Frío
En el frío te encuentro.
En la disputa, el vértigo de disolvernos,
en el anillo de vaho que
se apodera de mí sin conocerte.
(como exorcismo de una despedida,
como si no te hubiera amado nunca).
Ensortijados
Los sueños se trasponen
de una cabeza a otra,
hebras en los costados.
Los míos, claros
sortilegios, pulpa de frutas
escapan hacia tu lado
y no desembocan.
Los tuyos, lúcidos,
tronco suave de ramas,
en nuestro vientre escancian
en nuestra copa
en camas separadas,
en la misma cama.
Tierra así
Tierra así. Donde se juntan los cuerpos para amarse.
Así, tu boca y voz. Tierra así, te quiero, donde el río
de tus ojos con los míos.
Subterránea mariposa, pliegue
de tu camiseta —la blanca o la negra— , mudanza
de alas en piel,
y muda infinita, te quiero.
Sin poder desprenderme del celofán que diste
al hirviente deseo de mis ojos, tristes sin su ángel,
sin subjuntivo, te quiero.
Galopa mi oído tu pecho, rescatado
de la intemperie de vivir, tierra así, te quiero.
Carne adentro y río
se anievan las sombras cuando
horado pecho en los labios.
Sostiene mi mano
temblor de tu rostro,
como dormido
como inclinado a una flor.
Extensa es mi cama cuando no estás,
y no hay cauce más brioso
ni más alegre brillo en los rápidos
ni más clara la hermosura del agua
sino este río en sonora luz, en su desembocadura de ti.
Despiertas, oyes “hola”,
y es mi voz que te llama, dice “te quiero”
desde esta tierra que nos ha unido así.