Estado: en línea

Celia Duce Sarasa
Celia Duce Sarasa, Estudiante de Periodismo.

150 veces diarias. Son muchas ocasiones en un mismo día para cualquier acto, y más si se trata de mirar una pantalla. Está demostrado por muchos estudios, como el de Oracle Marketing Cloud: los españoles miramos el móvil más de un centenar de veces en un día habitual. No solo eso, casi la mitad de nosotros no podemos permanecer más de una hora sin abrir nuestra querida y fiel compañera digital, la red social Whatsapp. 

Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos. Es casi imposible e “increíble” ver a una persona de cualquiera de estos rangos de edad que no cuente con su juguetito llamado Smartphone. “Smart”-“phone”; teléfono inteligente lo llamaban. Tan inteligente que está superando nuestra propia capacidad de decisión, puesto que nos abduce y nos puede llegar a aislar del resto de personas de nuestro alrededor.

Por ello, desde que comenzó el “boom” del Smartphone, siempre he pensado que existen tres tipos de personas: las contracorrientes, las abducidas, y las aisladas empedernidas. El primer grupo se forma de individuos calificados por el resto de la población como “seres extraños”, aquellos pocos que solo usan su teléfono o “patata móvil” para llamar y mandar esos olvidados mensajes SMS, y a quienes no les importa ser diferentes a los demás. El segundo grupo de personas es el más común. Los abducidos son individuos que poseen su Smartphone, utilizan a través de él diferentes redes sociales y se comunican mayoritariamente por Whatsapp. Usan con bastante frecuencia su teléfono y les provoca satisfacción, pero eso no les impide realizar el resto de sus actividades diarias u otras de mayor relevancia, y, además, pueden pasar cierto tiempo sin mirar la pantalla de su teléfono portátil. Y por último, los aislados empedernidos. Este grupo es indudablemente el peor y por consecuente, el que genera más preocupación. Estas personas están completamente enganchadas a su teléfono, y no pueden pasar más de diez minutos sin mirarlo. Igualmente, les roba tiempo de sus labores e influye de manera negativa en su vida social, laboral, familiar, en su educación, etc. Viven por y para sus redes sociales, y no pueden dejar de compartir en ellas lo que realizan en todo momento, conocido popularmente como “postureo”.

Hay muchas personas que sufren este problema hoy en día, pero donde el porcentaje aumenta es en los adolescentes o incluso en niños. De hecho, un 50% de los niños de 11 años ya cuenta con un móvil individual, según el INE. Obviamente, si desde tan pequeños dejamos que tengan su propio aparato electrónico, hay mayor probabilidad de que se incremente el riesgo de abusar del mismo. Aún más, conforme más pequeños son los niños, menos saben lo que pueden estar haciendo cuando navegan por internet. Últimamente, abundan noticias en los telediarios de niños que han sufrido abusos por parte de desconocidos, con los cuales comenzaron a hablar inocentemente a través de su teléfono y que, por medio de lo que subieron a las redes (fotos, ubicación, información privada, etc.), se mostraron fácilmente localizables y por lo tanto, vulnerables. Por ello, es necesario el control parental tanto de contenidos, acceso y horario de utilización.

Además, también afecta a los niños en el ámbito escolar, y por tanto, en su rendimiento. Algunos pediatras lo han asegurado, y también han afirmado que afecta a su vida social, produciéndoles aislamiento y pérdida de interés por relacionarse con los demás. Igualmente, otro factor negativo es que el móvil ha intensificado el acoso escolar, haciendo que el bullying no cese a la hora de terminar las clases, sino que continúe en casa desde Whatsapp u otras plataformas.

Sin embargo, el uso patológico del móvil no solo afecta a los niños y a los adolescentes, aunque sean los más propensos a sufrir “adicción”. Y digo adicción entre comillas porque este problema aún no está contemplado como adicción, aunque los expertos afirman que va a traer consecuencias, y no buenas.  También muchos adultos usan continuamente su teléfono, y los más “enganchados” suelen fardar de tener el último modelo de Iphone, el que utilizan en todo momento, incluyendo en su trabajo.

A pesar de todo lo comentado, creo que está claro que la invención del Smartphone ha traído aspectos muy positivos a nuestra sociedad: comunicación fácil e inmediata con quien desees, acceso rápido a noticias, información sobre la vida de personas cercanas o no tan cercanas, etc., es decir, ha desarrollado la globalización. Nos permite estar conectados continua y totalmente. Aunque personalmente, lo que más me asusta de todo es perder la comunicación tradicional de estar cara a cara con una persona y hablar sin necesidad de un aparato electrónico. El contacto físico y la comunicación in situ entre dos individuos son aspectos fundamentales, y muy poco a poco, se puede llegar a perder si seguimos por este camino. Digámoslo así, ahora mismo estamos perfectamente conectados, pero lo que en realidad habría que preguntarse es: ¿conectados o atrapados?

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