La señora Esperanza Aguirre, populista hasta las cachas y quintaesencia de todo lo negativo del concepto.
Uno de los reproches que con mayor insistencia utilizan los políticos del PP y PSOE contra Podemos es su condición de «populistas». Si como tal se refieren a una formación que pone en tela de juicio a las clase dirigentes a la par que trata de construir mayorías populares, tienen razón. La democracia debería ser el gobierno del pueblo para el pueblo pero las urnas no son capaces de ofrecer una clase política a la altura de lo que deberían. La democracia parece consistir en depositar una papeleta por ciudadano cada equis años para que las élites políticas hagan con ella lo que mejor les convenga. Los programas no cuentan, ya recuerdan aquello de «están hechos para no ser cumplidos»; las ideologías están en pleno crepúsculo (se entiende que las de izquierdas) y las élites se autoabastecen y apoyan más allá de cualquier quítame allá unas pajillas, que quien manda es la Europa de los capitales, la banca, la gran industria y los especuladores. Los socialistas braman contra las gentes de Pablo Iglesias por temor y mala conciencia al haberse convertido en un partido menos que socialdemócrata y haber perdido el «populismo» del guerrismo. Los del PP, los populares por antonomasia, porque hasta ahora mismo solo ellos usufructaban el calificativo. Y en esas llegó la Espe, la señora Aguirre, populista hasta las cachas y quintaesencia de todo lo negativo del concepto. A esta señora, cuando tanto despotrica contra Podemos, cabría, Gil Calvo dixit, lanzarle una paráfrasis de la becqueriana interrogación «¿Qué es populismo? Populismo eres tu», pero del malo. El de Iglesias es del bueno.