Políticos irresponsables, periodismo de trincheras: la sociedad en el cenagal

Cándido Marquesán
Cándido Marquesán, Profesor de instituto

De la extraordinaria crispación surgida en muchos españoles, de acá y de allá, como consecuencia del problema catalán, en el que estamos inmersos y que no sabemos cómo vamos a salir de una manera razonable, la mayor responsabilidad recae en la clase política. No solo no han sido capaces de encauzarlo cuando era posible, sino que por su irresponsabilidad lo han agravado cada vez más. Si han visto réditos electorales, se han servido de el, aunque eso supusiera meter en un cenagal al resto de la sociedad. Actuaciones políticas irresponsables, exclusivamente motivadas por razones electorales a corto plazo son abundantes. El anticatalanismo militante da votos al nacionalismo uniforme español. Véase el término de LAPAO para denominar una lengua hablada en un determinado territorio. Como el España nos roba les genera muchos réditos al independentismo. Ambos nacionalismos excluyentes se necesitan. Son como el blanco y el negro, la cara y la cruz de una misma moneda. En ambos el diálogo se considera claudicación. Y sin diálogo la democracia es una utopía.

Intuyo que en el problema de Cataluña ha habido un órdago por ambas partes para ver quién resistía más. Si los dirigentes del procés forzaron la máquina era porque en el fondo pensaban que habría alguna concesión al diálogo por parte del gobierno del Estado. Y este nunca pensó que aquellos llegarán tan lejos. Lo cierto es  que  los líderes independentistas pecaron de ingenuidad e imprudencia. No sabían con quién se la estaban jugando. España está débil y padece muchas patologías, pero el Estado se defiende cuando ve que está siendo atacado.  El independentismo se planteó como una partida de mus sin cartas ganadoras. Y así no se hace política de ruptura de un Estado con siglos de historia. España es mucha España.

Quiero fijarme en un hecho concreto, poco importante e intrascendente si lo comparamos con otros ocurridos de mayor enjundia en todo este largo procés, que puede servir de ejemplo de la irresponsabilidad de la clase política. Poco ha, en el periódico digital Andalan.es, el catedrático de la Universidad de Zaragoza, Gonzalo Borras Gualis, en un artículo titulado La responsabilidad de los políticos (aragoneses y catalanes) acierta de pleno cuando señala, transcribo textualmente, sobre el conflicto de los bienes de Sijena: “Parecería lógico que el papel de los políticos autonómicos debería haberse circunscrito, atendiendo a la función social de dicho patrimonio privado, a fomentar el acuerdo entre las partes eclesiásticas litigantes, única y exclusivamente. Pero sin embargo las acciones, por parte de los políticos de Cataluña, y las reacciones, por parte de los políticos de Aragón, condujeron a todo lo contario, trasladándose así el litigio a los tribunales civiles y subrogándose en el mismo. Es decir, convirtieron en político un problema eclesiástico y no supieron, no pudieron o no quisieron darle una solución pactada, sin recurrir a los tribunales.” Según el alcalde socialista de Lleida, la Generalitat compró en su momento los bienes«cumpliendo con la legalidad» y, por tanto, «todavía no hemos agotado todas las vías».«Si hasta el día 11 de diciembre es necesario presentar algún recurso más, lo haremos porque tenemos el pleno convencimiento de que la ley nos ampara», ha recalcado Ros. El presidente de Aragón, Javier Lambán, pronunció su discurso de fin de año en el espacio donde se ubicaban los antiguos dormitorios del Monasterio de Sijena, rodeado de obras como tres sepulcros medievales policromados, fragmentos del retablo de la Piedad, mesas con las imágenes de Santa Clara y Santa Gertrudis o una pintura mural traspasada a lienzos de la Santa Cena y con el trasfondo de las Puertas del Palacio Prioral. ¿Cuál era el objetivo? ¿Reforzar nuestra autoestima como comunidad? ¿Había algún otro?

Tengo que hacer una breve parada para hacer una advertencia a algún despistado y malintencionado, que en esta Tierra Noble no escasea. Condeno sin paliativos la actuación lamentable e injustificable de los líderes del Procés, de los Puigdemont, Oriol Junquera, Forcadell, a partir de los días 6 y 7 de septiembre en el Parlament. Lo repito otra vez: lamentable, injustificable e irresponsable, al no haber respetado el Estado de Derecho. ¿Está clara mi condena?  Pero esto no es óbice para poder mirar hacia atrás. Conviene no olvidar. En esta España nuestra hay mucha desmemoria.  En un país sin memoria puede ocurrir cualquier cosa. En el País de 7 de julio de 2003, hace 14 años, Pasqual Maragall publicó un artículo titulado Madrid se ha ido, lo titula así, porque sus primeras palabras son “Hace un par de años escribí un artículo- Madrid se va- en este diario indicando que Madrid parecía estar olvidándose de España”. Y sigue más adelante: “Pero volvamos a la política. La hazaña de Aznar al meter a la derecha en la Constitución no le ha salido gratis a España. Su empecinamiento nacionalista -la otra cara de la moneda- amenaza con dar al traste con unos equilibrios que han funcionado bien durante 25 años. Su insistencia en la Unidad con mayúsculas, en vez de la unión con minúsculas, desde abajo, y su terquedad en hacer la bandera más grande y de plantarla en un islote perdido, que es un poco símbolo de lo mismo, de un deseo mal expresado de jugar en la liga de las grandes potencias, han alentado al independentismo y han devuelto la bandera republicana a las calles.” Palabras emitidas hace 14 años. La coherencia del  político de la foto de las Azores es incuestionable.  En unos artículos suyos escritos en 1979, antes de entrar en política, mostraba su visión del asunto: “En lugar de concebir un plan ­serio y responsable de organización territorial de España, se ha montado una charlotada intolerable que ofende el buen sentido”.

Ignoro si José Luis Trasobares conocía estos artículos premonitorios y plenos de perspicacia política de Pascual Maragall, que acaba de publicar el pasado 13 de enero de 2018 en El Periódico de Aragón, un artículo breve, valiente y pleno de visión política,  titulado Madrid se nos va de las manos, del que extraigo dos párrafos:  “Mientras los exministros de Economía intentan explicarnos las claves de la crisis y el rescate financiero, Madrid, la capital fiscal y mediática de España (salvo del País Vasco, claro), se regocija por lo bien que va la recentralización de facto. Los mentideros de la capital del Reino son un amable mercado donde se intercambian felicitaciones, besos y palmadas en la espalda, porque Barcelona ha sido puesta bajo control, y aunque los independentistas tienen mayoría en el Parlament, la cárcel y el exilio (o sea, la ley, ¡bang, bang!) impedirá que puedan volver a las andadas… o a cualquier parte…Pero Madrid se nos va de las manos. Su potencia centrípeta aumenta cada día. Con absoluta voracidad atrae inversiones, sedes de empresas, actividad burocrática, embustes, trasiego de maletines, quiebras fraudulentas, petardazos tecnológicos, superávits, maravillas, chefs, actrices, escritores, futbolistas y patriotas unionistas. Rajoy aún se atreve a todo. Ciudadanos avanza. En cuanto echen a Carmena del ayuntamiento, aquello será la hostia.”

Los medios de comunicación de acá y de allá, salvo algunas rarísimas excepciones, también tienen su grado de responsabilidad en el recrudecimiento del problema catalán, ya que ni antes ni ahora han contribuido  a propiciar el diálogo, que es el instrumento básico para resolver los problemas políticos. Muy al contrario, han contribuido irresponsablemente a agravarlo. Ha habido un periodismo de trincheras. Y siguen las trincheras todavía más profundas. Y bandos irreconciliables. Hay que alinearse con el pensamiento dominante. Es un periodismo como el NODO, de blanco o negro. Muchos periodistas apuntan al objetivo y disparan. Al estar en posesión absoluta de la verdad,  no hay concesión para el que piensa diferente. Dicen a su audiencia lo que esta quiere oír. Toda posibilidad de tender puentes es dinamitada a cañonazos verbales.

Mas, en este litigio el triunfo es claro hacia donde se ha decantado. Una visión de España uniforme, centralista, meseteña. En definitiva, la representada y defendida hace tiempo por FAES. Pero así el problema no está resuelto. Es urgente buscar una salida razonable. Humillar, ridiculizar al vencido, no es una buena estrategia. Nunca lo ha sido. Ejemplos en la historia no faltan. Ahí va: Tratado de Versalles. Sobre su injusticia avisó uno de los pensadores más importantes del siglo XX, Jhon Maynard Keynes. No los tuvieron en cuenta. Y así luego sobrevino otra hecatombe.

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