El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, institucionalizado por la ONU en 1975 para recordar las luchas de las mujeres para su participación en pie de igualdad con los hombres en la sociedad y en su desarrollo como personas iguales. Fue en febrero de 1909 cuando en Nueva York tuvo lugar un acto en honor de las trabajadoras del textil que protestaron en 1908 por sus lamentables condiciones de trabajo. En 1910 se reiteró la petición de sufragio universal para todas las mujeres y se proclamó el día 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. Desde entonces y hasta ahora mismo año tras año y día tras día para conseguir lo que en su condición de seres humanos tanto les ha sido negado, la absoluta igualdad entre hombres y mujeres, a lo que el machismo imperante, las sociedades patriarcales, las Iglesias y los poderes económicos se oponen.
Largo camino el recorrido y la lucha para obtener lo evidente, lo que es suyo. Este 8 de marzo de 2018 las diferentes organizaciones de mujeres convocan una Huelga General, todas las mujeres trabajadoras en los diferentes ámbitos, las amas de casa (¿acaso no son también trabajadoras?), las estudiantes, las paradas. Y sería muy importante tener una idea clara: esta huelga no es cuestión de las mujeres de izquierdas, sino de todas las mujeres, al margen de las particulares ideologías que puedan tener.
Todo el protagonismo para las mujeres teniendo claro que estamos ante una lucha que concierne a todos. Y aquí surge una duda: ¿no serán el día 8 de marzo los hombres esquiroles? Su presencia en los lugares de trabajo, su asunción de esas labores propias, según el modelo dominante, de la mujer (tareas domésticas, hijos, atención a los mayores, etc.), ¿no se asemejan a unos gigantescos servicios mínimos? Se aducirá que esta huelga tiene connotaciones que van más allá de los propias de las huelgas al uso. Y es cierto. Mas acaso sería conveniente volcar más esfuerzos en las connotaciones que en el empeño de “parar el trabajo productivo y reproductivo”, porque no se va a parar el mundo. Los hombres deben romper con ese “sistema dual y opresor para las mujeres”. Si el día 8 de marzo, además de trabajar allí donde les toque, además suplen las tareas que el sistema estima “feminizadas”, tan minusvaloradas e invisibilizadas, tal vez falle algo.
De cualquier modo, ya basta de que el trabajo, en muchos aspectos, se divida en función del “género”, de que las mujeres cobren menos que los hombres, de que además de al trabajo fuera del hogar tengan que añadir el de dentro del mismo, ya basta de una desigualdad estructural y sistemática, de las múltiples violencias (sexista, racista, acosos..)
Como dicen las mujeres en algunos de los manifiestos que se están publicando, quieren “reconfigurar el espacio de las mujeres en las calles, las casas, los lugares de trabajo y el espacio íntimo”. Esta huelga del próximo 8 de marzo es una lucha que se vincula con lo laboral, lo político, lo vital y lo económico. Serán muchos los hombres que estarán a la altura de tal y tan necesaria lucha.