Profesión y política, ¿Por qué será?

José Luis Alonso Gajón
José Luis Alonso, ingeniero agrónomo, Vicepresidente de Attac en Aragón, fue presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) del 2003 al 2008

“Se buscan personas profesionales con experiencia, para puestos políticos. Se valorará la adecuación del perfil al puesto y el compromiso social previo. Abstenerse políticos profesionales.” (Anuncio todavía no publicado)
¿Por qué llamamos políticos profesionales a aquellos que, en muchas ocasiones, nunca han ejercido ninguna profesión? ¿Por qué hemos asumido que en un gobierno el ministro, consejero o concejal delegado no tenga ni idea previa de los temas de que va a ser responsable, ni tampoco en manejo de equipos de trabajo? ¿Por qué los asesores a dedo de esos puestos tampoco saben, habitualmente, nada de lo que van a asesorar? ¿Por qué será?

Hace 25 siglos Confucio ya descubrió que “El éxito depende de la preparación previa, y sin ella el fracaso es seguro,” pero este pensador no tenia en mente que el éxito buscado fuese exclusivamente ocupar el sillón. Por eso hace un siglo el gran creador de cuentos Robert Louis Stevenson afirmó algo que no es un cuento: “La política es casi la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación”.

Pero ¿de qué política estamos hablando? ¿De la de Louis Dumur “la política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos?” Hay muchas otras definiciones de política, en muchas ocasiones contradictorias (“el arte de lo posible”; “el arte de lo imposible”).

A mí, personalmente, me gusta una de Heller, que la ve como “la organización y actuación autónoma de la cooperación social en un territorio” logrando aunar la voluntad en una sociedad compuesta de muchos individuos a través de un Estado social de Derecho basado en tres principios: “la supremacía de la autoridad del Estado sobre la sociedad, en particular sobre la economía, el origen democrático de la autoridad política y límites precisos de la autoridad estatal”.

Al principio, de esta etapa democrática, no fue así. Los primeros gobiernos autonómicos eran de profesionales comprometidos con los movimientos sociales. Asimismo, los técnicos que se incorporaron a la administración querían cambiarla y para ello mantenían contactos periódicos y estrechos con los movimientos sociales. Pero poco a poco el sistema, a través de los partidos, impuso de nuevo su ley: eran más manejables los “políticos profesionales” y los funcionarios “con manguitos” y la profesión se sustituyó por “profesar” en el sentido clásico de “comprometerse a cumplir los votos propios de la orden en que ingresó”. Posteriormente aquello facilito la aparición de la política matemática, si aquella de los porcentajes (3, 4,5, 10, … %). Por cierto, hay un misterio en la corrupción y es que no hay ni altos funcionarios ni presidentes de empresas implicados y, por tanto, tampoco ninguno condenado. ¿Por qué será?

El resultado ha sido una pérdida de la confianza de la ciudadanía en el sistema minidemocrático que tenemos: según diversas encuestas del INE, en los años 2013 y 15, no confían en el sistema político el 83,3% de la población, en el sistema judicial el 65%, no votan en las elecciones europeas el 56,2&, y no están dispuestos a participar en nada que huela a político el 52,5%. Un panorama desolador que tal vez alegre a los que buscan un sistema autoritario como solución.

¿Podemos hacer algo? Sí, rotundamente sí.

Ante el perfil plano de, prácticamente, todos los partidos políticos a la hora de proponer metas ilusionantes de futuro (¿por qué será?) es necesario crear desde la sociedad civil propuestas realizables, cercanas al territorio y a la gente que nos permitan salir de la apatía y volver a soñar colectivamente que “habrá un día en que todos al levantar la frente veremos una tierra que ponga LIBERTAD”

Pero para ello antes hemos de despojarnos del fatalismo de dejar nuestro futuro y el de las siguientes generaciones en manos de los mercados y del Estado porque como dice la jota adaptada “quien de políticos y banqueros se fía, o de alpargatas si llueve, bien aviadíco está, si otro calcero no tiene”.
El futuro sigue estando en nuestras manos colectivas. Siempre es el trabajo del pueblo el que realiza finalmente las transformaciones económicas y sociales, pero tiene que haber proyectos y los profesionales comprometidos tienen mucho que decir y hacer.

¿Estaremos a la altura del reto? Si no es así tal vez nuestros nietas y nietos tengan motivos para escupir sobre nuestras tumbas como proponía Boris Vian.

¿Qué será, será? “Whatever Will Be, Will Be”

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