
La ultraderecha española y sus segmentos pensante, los ultraconservadores que ocultan sus ideas y medidas a adoptar bajo la capa de un falso liberalismo, andan un tanto levantiscos porque según ellos “España se encamina al caos” y como no podía ser de otro modo la responsabilidad es de los partidos políticos, que solamente se estarían ocupando de sus particulares intereses (en ese batiburrillo, evidentemente, implican al PSOE, a Podemos y a las diferentes formaciones territoriales a las que despachan con el calificativo de “separatistas”; algunos incluso incluyen a Ciudadanos en la tenida). Para estos sesudos varones Rajoy está siendo desestabilizado y no es capaz de reconducir la situación, no sabe “aplicar mano dura” ante la agitación social que se atisba y la más que presumible desmembración de ese centralismo conservador que debe conformar las esencias de lo español y que tanto rentan a los poderes fácticos, bancarios y empresariales.
Están creando un escenario donde una clase política corrupta (sin diferenciar ni pormenorizar grados de corrupción y mucho menos la parte fundamental que le toca al PP) y mediocre, grandes agencias de colocación, no es capaz de solventar los “gravísimos” problemas de la nación, con la interesada martingala de la unidad de España como principal enseña, seguida por jeremiacas lamentaciones ante el acoso que sufre su bendita “transición”, esa trinchera tan útil ciertamente en su día pero también convertida en el mejor escudo para mantener y defender los intereses de los poderosos e impedir su adecuación a los nuevos tiempos, a las necesidades de una sociedad más urgida que nunca a adaptarse a la realidad cambiante. De modificar la Constitución, nada de nada. Acaso suprimirla y volver a otro glorioso movimiento nacional.
Se llenan a boca con la palabra España y habría que preguntarles qué quieren decir, qué significa España para ellos. Luis María Anson acaba de escribir que frente a los vientos de fronda que amenazan a España, a los dirigentes políticos lo que les preocupa son las manifestaciones de mujeres o de ancianos”, según él caladeros de votos para mantener gabelas, despachos, automóviles de lujo, etc. Y se queda tan pancho. Pero ¿acaso las mujeres y los ancianos no son la razón de que exista España? ¿Qué coño sería España sin mujeres, ancianos, adultos, jóvenes, sin los problemas del empleo y el paro, la calidad de vida, la igualdad ante la Ley, la libertad, el goce y los llantos, sin tratar de resolver los problemas para vivir más felices? Un coto privado de caza, claro.
El pensamiento ultraconservador ha puesto en marcha los ventiladores, ya está sembrando vientos para recoger tempestades. La política democrática ya no parece servirles, y eso que no deja de ser un instrumento del que se lucran más que nadie. Todo el poder para Trump, y para Putin. Y algunas migajas para los salvadores de la patria hispana. Para ello necesitan dibujar un escenario que favorezca sus pretensiones. Como va a producirse una tremenda agitación social, ya vaticinan, desean, que pronto tendremos una huelga general que se está preparando con perfiles “salvajes”, para hacer el mayor daño posible. “El pueblo español, – sostiene Anson-, contemplará, una vez más, cómo se desangra este país que, con la Transición encontró el rumbo certero, hoy despedazado”.
Al loro pues. Es preciso que los demócratas y las gentes de izquierdas se armen de argumentos, estén muy atentos y no caigan en provocaciones. La huelga general es un ejercicio democrático que los trabajadores puede ejercer o no en función del contexto, la situación concreta o las necesidades. Nunca, sin embargo, porque lo deseen o decidan quienes solamente la impulsan para desestabilizar y mantener sus intereses “de toda la vida”. Aquello del río revuelto, ganancia de pescadores.