TRES POEMAS
Cuelga del cielo el tigre herido.
Su piel, atravesada por cien lanzas,
fue bella,
como los sueños imposibles,
y sus ojos postraban la soberbia
del bosque.
Palpitaba la gloria del asombro,
y el rayo
vivía inapresable.
Invadía la luz la podredumbre,
la selva
crecía libre entre sus cantos.
Cuelga del cielo el tigre herido,
terrible grito el de la fiera
muerta con el ángel.
(De “Colores desunidos”)
Han llegado los héroes y dioses:
jaulas pequeñas
para los pájaros pequeños,
almíbar de ácidas naranjas
para las ingles de la virgen,
tierra quemada para el aire
caliente,
olvidos donde siempre
existieron los niños,
lazos para la suavidad
del cuello,
lluvia de charcos,
cuchillos que descansan en la herida
del ciervo…
(De “Cristales rotos”)
Traídos del lugar donde reside
el fuego súbito, la luz de locos, Walt Whitman
que colgaba en sus barbas profecías
como siglos, lugar que era una casa de agua dulce
obstinada en ser casa y pensamiento,
traídos del lugar donde vestían
de luz brillante los desnudos, las noches despejadas y los tigres
alados,
lugar casi raíz, como la lluvia
que siempre vuelve al fondo de los mares
donde hay niños perdidos, rosas desconcertadas, dioses en silencio
y peces de azabache,
traídos del lugar de los dulces pecados con sus tiernas caricias deslumbrantes,
sus deseos de amor, sus voces extraviadas,
lugar, inexplicado mundo,
traídos de los sueños que son sed incurable, que son
orilla de los viajes que nunca fueron iniciados …
(De “¿Qué hace un ramo de rosas bajo el sol?”)