Pasa y pasa el tiempo mientras que el enquistamiento de la situación catalana no deja de agravarse.
En una situación tan compleja, donde no conviene olvidar que la mayoría parlamentaria no se corresponde con la mayoría social, con los sectores independentistas desnortados y cada día más al rebufo de los radicales de toda laya, parece que se haya dejado todo en manos de la Justicia, ese Poder Judicial que debería actuar cuando se conculca la Ley. Pero además existen dos poderes más, el ejecutivo y el legislativo. ¿Dónde andan? ¿Qué están haciendo para tratar de hallar soluciones al conflicto? La política española y consecuentemente la catalana) no puede depender de las astracanadas de unos fugados (Puigdemont, Comín, Gabriel, Rovira, etc.) ni del emprisionamiento de Junqueras, los Jordis y demás, o del empecinamiento de una mayoría parlamentaria empeñada en marear la perdiz y perder el tiempo, a la par que generando más tensiones, en presentar imposibles candidatos para presidir la Generalidad. Y por si no fuera bastante, ahí están esos sindicatos de clase (¿lo son aún la UGT y CCOO catalanas?) dejándose enredar en un conflicto que como tales organizaciones deberían de abordar con enorme tacto, pues resulta evidente que la inmensa mayoría de sus afiliados, y mucho menos esos trabajadores que sin estar afiliados les apoyan, no comparten las abstrusas tesis del independentismo.
Ya es hora de que, además de la Justicia, comience a dar signos de vida la política. ¿No es posible debatir, dirimir y acordar, tan como señala Santos Juliá recordando a Pere Bosch Gimpera “ una España que sea comunidad de pueblos en las que catalanes, vascos y gallegos, pero también castellanos, andaluces, manchegos y todos los demás aparecieran fraternalmente unidos? ¿No va siendo hora de no tener miedo a los nacionalismos, identidades peculiares de los territorios y algunos de sus moradores, para conformar un Estado donde cada cual afirme tanto lo propio como lo ajeno, lo individual y lo general? ¿Por qué no recurrir a modelos que funcionan en otros lares? El ejemplo de los “Estados Unidos de América” está ahí. Y si prefieren otro, también está la “República Federal Alemana”. Unos y otros, con sus peculiaridades se sienten norteamericanos en el primer caso y alemanes en el segundo. O miren a Francia donde los bretones, los alsacianos, los mismísimos corsos, etc., mantienen sus identidades propias pero siendo, pro encima de todo, franceses.
Acaso España todavía pena por los procelosos avatares de su historia. Acaso ya sea hora de utilizando la manida frase de “poner siete llaves al sepulcro del Cid”, que algunos achacan a Joaquín Costa, y sin olvidar los de “escuela y despensa”, cerrar con generosidad las viejas heridas para construir una forma de Estado donde todos conformes, se empuje al unísono para resolver los graves problemas, los problemas reales y fundamentales, que aquejan a la ciudadanía plural
Otra vez la hora de la política, la hora de España, la España Federal donde siendo ellos mismos, los vascos, catalanes, gallegos, aragoneses, castellanos, etc. sean también los otros. Frente a la obsolescencia del mero territorio, el ser humano como sujeto y objeto.