La dimisión de Cristina Cifuentes
Cristina Cifuentes, hasta el día 25 presidenta de la Comunidad de Madrid, exdelegada del gobierno en esa Comunidad, exvicepresidenta del Parlamento Autonómica y con numerosos cargos políticos a sus espaldas en las filas del PP, acaba de presentar su dimisión empujada por la publicación de un viejo vídeo donde se la ve cogida con las manos en la masa, dos cremas antiarrugas presuntamente derivadas hacia su bolso sin pasar por caja, aunque terminó pagando los 40 eros que tales artilugios costaban. Esta señora debería de haber dimitido hace más de un mes, cuando se puso de relieve al carácter fraudulento del máster supuestamente realizado en la Universidad Juan Carlos, la misma que regía un Rector plagiario y en la que anidan algunos catedráticos más que corruptos. Que lo haya hecho empujada por un vídeo donde parece sustraer unos afeites, es un sarcasmo que pone de manifiesto ese mundo al revés en que vivimos, los supermercados convertidos en paladines de la honradez y las universidades en sentinas donde todo es posible sin que nadie pague por ello.
Cristina Cifuentes era un verso libre en el PP, hija de un general de artillería, esposa de un arquitecto sinvergüenza, madre de dos hijos, republicana, proabortista, avanzada y fuera de tiesto en un partido donde el Opus Dei continúa teniendo manga larga. Sus palabras denunciado la corrupción imperante en el partido al que pertenecía (ahora ya van diciendo que qué credibilidad podía tener una raterilla), su voluntad de atajar desmanes, mordidas, comisiones y zonas de sombra en un PP que ha cobijado a toda suerte de ladrones, le crearon un sinfín de enemigos siempre elaborando dosieres para acabar con ella (poco se acuerdan ahora de que al lado de Jesucristo, en la cruz, había un buen ladrón). Sí. Erró y debió dimitir cuando salió a la luz lo del máster (asunto que no debería concluir con la parte que le toque, ya que hay implicaciones tanto o más deleznables). Pero de ahí a cargar sobre las espaldas de Cifuentes el desprestigio de la política, el mal olor de las instituciones y las heces de un sistema democrático más que imperfecto de por sí, media un abismo. ¿Acaso no hay mayores corruptos, sinvergüenzas y felones en el PP y otras formaciones políticas que la pobre Cristina Cifuentes, ya definitivamente un juguete roto?
Pero además, la historia de esta mujer que de héroe ha pasado a convertirse en villana, insistiendo en que cada cual debe pagar por sus errores, se enmarca en las luchas internas de su partido, donde los navajeos y patadas en huevos y ovarios están a la orden del día, porque no en vano son “gentes de orden”. Cifuentes no era trigo limpio en su vida personal y además molestaba. A por ella. ¿Quiénes develaron el asunto del máster? ¿Quiénes han sacado a la luz un vídeo que debería de haber sido destruido a los 30 días de su grabación ya que se había pagado la sustracción y no existía denuncia alguna? ¿Quiénes han guardado esa cinta durante años y años para usarla- seguro que pagada con dinero negro- llegado el momento?
Hoya ya a punto de convertirse en juguete roto, víctima de sus errores y de las diferentes cloacas donde tan a gusto se mueven gentes del PP y del mundo empresarial, el estado de Derecho debe intervenir para, con luz y taquígrafos, pedir explicaciones a Eroski (y por extensión a tanta y tanta gran superficie donde las prácticas son similares) y defender los derechos individuales. El vídeo hoy de Cifuentes puede ser el de cualquiera de nosotros mañana. La sociedad del interés frente al todo vale, hasta saltarse la ley a la torera. Se han cargado al verso suelto y lo han convertido en juguete roto. Solo cabe, para esta mujer, pedir la paz, la piedad y el perdón de Azaña.
conacento 