A Rufino, víctima de la barbarie de una guerra civil

La guerra civil en Teruel
Javier Jiménez Olmos
Javier Jiménez Olmos, Doctor en “Paz y Seguridad Internacional” por la UNED.
Miembro del Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza.

Escribo estos versos mientras escucho el poema de Neruda Me gustas cuando callascantado por Victor Jara. Ambos fueron víctimas de la represión de la dictadura de Pinochet en Chile (1973-1990). El cantante asesinado, el poeta exiliado.

A los dictadores no les gustan los poetas, a no ser que canten sus loas. Hoy vuelvo a escuchar a algunos de esos nostálgicos de los dictadores. Hoy escribo esto para ti mi querido amigo Rufino. Sé que, a pesar del silencio eterno en el que yo creo, podrás escuchar mi voz. La voz que no te dejaron tener.

Como si no hubieras muerto
vives en mi alma rebelde
que cada día clama justicia.
No recuerdo tu rostro, ni tu voz,
pero en el aire que respiro,
en esta tierra que habito
tu espíritu siembra esperanza
 
Grito al viento ¡libertad!
la que no te dejaron tener.
Grito al viento ¡dignidad!
la que te quisieron quitar.
Grito al viento
¡no estás muerto!
¡Vives en el alma del pueblo!
Mi tío Rufino, reclutado obligatoriamente por el Gobierno de la República, tuvo que luchar en el frente de Teruel durante la Guerra Civil. Allí desapareció para siempre, seguramente fusilado tras algún combate y enterrado en una fosa común. Me contaba mi madre que mi abuela murió de pena por el sufrimiento producido por la pérdida de su hijo. Los vencedores no tuvieron piedad con ella, ni con el resto de su familia. Murió sin saber si su hijo vivía o estaba muerto, y sí era así dónde estaba enterrado. Nadie quiso, supo o pudo ayudarla. Mi abuela padeció el sufrimiento de desconocer el paradero de su hijo y de las humillaciones a las que sometieron a las familias del bando perdedor. Yo nunca supe esta historia hasta el año 1973 (tenía entonces 21 años). El silencio era obligado. Hasta su muerte hace unos pocos años, mi anciana madre no me permitía hablar en público de estos asuntos, por miedo naturalmente. Un miedo impuesto por un terror tan grande que incluso provocaba que las familias de las víctimas se sintieran culpables. La historia de Rufino me la contó mi tío Eduardo, que también fue represaliado por el régimen franquista al finalizar la guerra. Él y su otro hermano Jesús fueron encarcelados durante seis años por el delito de haber militado en la UGT. No quiero entrar en asuntos legales, de los que no tengo profundos conocimientos, ni en polémicas políticas partidistas porque no conducen a nada. Quiero significar el aspecto humano del derecho a reconocer la dignidad de todos aquellos –subrayo todos- que han sufrido por culpa de una guerra que, como todas, se pudo evitar. Publicado en mi blog Paz y Seguridad Internacional Javier Jiménez Olmos

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