¿Por qué llegan cada vez más refugiados y más emigrantes? ¿Por qué somos racistas?
Este artículo tiene dos partes. La primera presenta algunos datos explicativos de la llegada a nuestras costas de población foránea, en su doble modalidad de refugiados o emigrantes económicos. Refugiados: A diferencia de los emigrantes, son personas que huyen de conflictos armados, violencia o persecución y se ven por ello obligadas a cruzar la frontera de su país para buscar seguridad. Los emigrantes económicos son personas que han salido de su país en busca de oportunidades laborales, porque su país está sometido a un auténtico neocolonialismo, como el acaparamiento de tierras por empresas extranjeras, o por sequías, provocadas por el cambio climático. No obstante en sus llegadas ambas modalidades están entremezcladas. La segunda, sobre la génesis de este discurso racista y xenófobo en nuestra sociedad. Y termino con una reflexión final.
Existe un gran desconocimiento tanto sobre los refugiados como sobre los emigrantes: quiénes son, su procedencia y las causas de la salida de sus países.
Debemos hacernos la pregunta qué y quién son los verdaderos responsables de estas avalanchas humanas. La causa fundamental es la dinámica del capitalismo global y las incontables intervenciones militares. Para Zizek, el actual desorden es la auténtica realidad del Nuevo Orden Mundial. Abandonados a su suerte, los africanos o los del Próximo Oriente ellos solos no podrán cambiar sus sociedades. Y eso es así, porque nosotros los europeos se lo impedimos. Fue la intervención militar en Irak, Afganistán, Siria y en Libia la que provocó el caos en esos países, de donde huyen sus poblaciones, convirtiéndose en refugiados. Al respecto, resultaron proféticas las palabras del coronel Gadafi poco antes de su muerte: «Ahora escuchad, gentes de la OTAN. Estáis bombardeando un muro que ha impedido la emigración africana a Europa y la entrada de los terroristas de Al-Qaeda. Ese muro era Libia, y lo estáis rompiendo. Sois idiotas, y arderéis en infierno por los miles de emigrantes que se irán de África». Fue el ataque de USA a Irak lo que generó las condiciones para la aparición de ISIS. No debería pasarnos desapercibido que casi todos los refugiados proceden de estados fracasados, donde la autoridad pública es prácticamente inoperante en gran parte del territorio (Siria, Irak, Libia, Somalia, Congo, Eritrea…). En todos estos casos, la desintegración estatal, es el resultado de la política y la economía internacionales, y en algunos casos, consecuencia directa de la intervención militar. Este incremento de los estados fracasados no es algo fortuito, sino uno de los mecanismos mediante los cuales las multinacionales de los grandes estados ejercen su colonialismo económico. Esta realidad la explicó Alain Badiou en un seminario del 23 de noviembre de 2015 tras las matanzas de París del mismo mes, que se publicó en el libro Nuestro mal viene de más lejos. Pensar las matanzas del 13 de noviembre y las nuevas formas del fascismo. El imperialismo del siglo XIX, era ejercido directamente por los Estados-nación. Se llevó a cabo un reparto del mundo entre los estados más poderosos, como se hizo en la Conferencia de Berlín de 1885, donde se troceó África arbitrariamente como una tarta sin contar con las poblaciones autóctonas. Luego llegaron las guerras mundiales, las guerras de liberación nacional apoyadas por el bloque socialista, que desembocaron en la «independencia» entre los años 40 y 60 del siglo XX. Mas, las grandes potencias para defender a sus empresas interesadas en materias primas o fuentes de energía siguieron interviniendo militarmente. En los últimos 40 años, hubo más de 50 intervenciones militares de Francia en África. En la última en Malí en 2013, un periódico serio señaló que había sido un éxito, porque se había logrado «proteger los intereses de Occidente». Por supuesto, no a los malienses. ¡Qué cinismo!
Si se producen esas intervenciones militares son por los grandes intereses capitalistas en juego: uranio, petróleo, diamantes, maderas preciosas, carbón, aluminio, alimentos, gas… En el Congo hay minerales clave: el coltán, diamantes, cobre, cobalto y oro. Algunos de ellos son básicos en nuestros ordenadores y teléfonos móviles.
Hoy a las grandes potencias, en lugar de mantener estados bajo su tutela, es preferible destruirlos, dentro del proceso de desestatización del capitalismo mundial. En ciertos territorios llenos de recursos se pueden crear zonas francas, anárquicas, sin Estado, donde las grandes firmas operan sin control. Habrá una semianarquía, bandas armadas, controladas o semicontroladas, donde abundan chicos drogados, pero los negocios pueden hacerse, incluso mejor que antes, al ser más fácil el negociar con estas bandas armadas que con estados constituidos, que pueden preferir otros clientes. A estas nuevas prácticas imperiales, a saber, destruir a los estados en lugar de corromperlos o sustituirlos, Badiou propuso el término «zonificación». El imperialismo que fabricaba pseudopaíses en África, Medio Oriente o Asia, podía ser sustituido por zonas infraestatales, que son, en realidad, zonas de saqueo no estatizadas.
Me parece importante fijarme de una manera más detallada en este intervencionismo militar. Es muy interesante el Informe Guerras de Frontera. Los fabricantes y vendedores de armas que se benefician de la tragedia de los refugiados en Europa, de Mark Akkerman, publicado por Centre Delás D´Estudis per la Pau, Stop Wapenhandel y Transnational Institute de julio de 2016., consultable y descargable en la dirección centredelas.org/es/ El título es explícito. De este drama humano extraen pingües beneficios determinadas empresas de defensa y seguridad como Airbus, Finmeccanica, Thales y Safran, que proporcionan el equipo a los guardias, la tecnología de vigilancia para las fronteras y la infraestructura tecnológica para el seguimiento de los movimientos de población. Mas, hay un aspecto perverso en esta situación. Las compañías citadas y beneficiadas de los contratos de seguridad en las fronteras son algunas de las mayores vendedoras de armas a la región de Oriente Medio y el Norte de África, alimentando el conflicto, que es la causa de muchos de los refugiados. En otras palabras: las compañías que están creando la crisis después se benefician de ella. La facilidad para procurarse armas no ayuda a impedir que el conflicto se apague. Y no hay precisamente escasez de ellas en estas regiones. Los países de Oriente Medio están entre los mayores compradores del mundo. Los EEUU y los países de la UE son sus principales proveedores. En la década de 2005 a 2014, los Estados miembros de la UE otorgaron licencias de exportación de armas a Oriente Medio y al Norte de África por más de 82.000 millones de euros.
El mercado de la seguridad fronteriza está en pleno auge en la UE. Se prevé que supere los 29.000 millones de euros anuales en 2022. La industria de las armas y de la seguridad ayuda a determinar las políticas europeas de seguridad fronteriza a través de grupos de presión (lobbys). La Organización Europea para la Seguridad (EOS), de la que forman parte Thales, Finmeccanica y Airbus, ha sido muy activa defendiendo el incremento de la seguridad fronteriza. Muchas de sus propuestas, como la de crear una agencia paneuropea de seguridad fronteriza, se han materializado en políticas reales (por ejemplo, la transformación de Frontex en la Agencia Europea de Guardia Costera y Fronteriza, EBCG). El investigador Frank Slijper (Stop Wapenhandel) apuntó ya en 2004 que «la industria de armas está plenamente arraigada en el círculo de toma de decisiones en Bruselas».
Quiero referirme a una modalidad específica de ese neocolonialismo. Se trata del land-grabbing o acaparamiento de tierras utilizadas tradicionalmente por las comunidades agrícolas, sobre todo, en África, América o en Asia, al ser baratas y abundantes, que se arriendan o se venden a inversores extranjeros, empresas y gobiernos, tanto de Europa (Inglaterra, Francia, Alemania, España-), como de Oriente Medio (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos…), de Asia (China, la India, Corea del Sur..) para el cultivo de alimentos, materias primas o agrocombustibles. Unos estudios publicados en el 2011, el de Veterinarios sin Fronteras Paren, Aquí Vive Gente, Los impactos del agronegocio en África; y en el 2010, el de Friends of the Earth Europe África: el acaparamiento de tierras, nos muestran la magnitud de estas concesiones: en RD Congo la tierra negociada alcanza el 48,8% del total del país; en Mozambique el 21,1%; en Uganda el 14,6%… Solo en África, 30 millones de hectáreas han sido acaparadas, en un continente donde la inseguridad alimentaria y el hambre provocan grandiosos estragos. China ya se ha situado en la extensa y fértil Argentina. De hecho, su presidenta Cristina Fernández de Kirchner hizo aprobar una ley que limita la compra de tierras a un 15% por parte de extranjeros. La FAO calcula que un 10% del territorio nacional está ya en manos de empresas foráneas.
Estas prácticas de acaparamientos de tierras solo generan beneficio a los países o empresas extranjeras, ya que toda la producción está pensada para la exportación. Desde Amigos de la Tierra, lo señalan «los alimentos se han transformado en una mercancía importada y exportada alrededor del mundo. Es un modelo basado en políticas comerciales injustas, liberalización económica, control empresarial, privatización, tecnologías controladas por las multinacionales, apropiación de los territorios, destrozos medioambientales, marginación de los pueblos indígenas y los campesinos y campesinas. Constituye una imposición del modelo de producción y consumo imperante en los países industrializados». Puro neocolonialismo.
El modo de vida de las comunidades rurales tradicionales se ve sometido a un grave peligro, al ser expulsadas violentamente de las tierras que han cultivado desde tiempos inmemoriales. Se han producido respuestas de estas ante estos atropellos, pero en la mayoría de las ocasiones han sido sojuzgadas violentamente, como en el Estado de Pará, en Brasil en 1996 con 19 campesinos asesinados y centenares de heridos. O la «masacre de Acteal» en Chiapas efectuada por un grupo de paramilitares que asesinó a 45 campesinos en 1997. Estos hechos no son noticia.
Las consecuencias de todo lo comentado no pueden ser más traumáticas, al negarse a estos pueblos el derecho a la soberanía alimentaria, es decir, el derecho que asiste a los pueblos a definir y controlar sus sistemas alimentarios y de producción de alimentos a nivel local como nacional, de forma equitativa, soberana y respetuosa con el medio ambiente. Según el relator de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Jean Ziegler, los Estados deberían vigilar y regular el derecho a la alimentación que asiste a los pueblos, sean los de sus propios Estados o terceros. Mas, los derechos políticos, sociales, económicos importan hoy muy poco a los gobiernos.
Por todo lo expuesto podemos explicar la llegada masiva de refugiados o emigrantes a nuestras costas. Podremos construir todos los muros que queramos, pero mientras las políticas neocoloniales se mantengan, seguirán llegando a nuestros países, todos aquellos que son expulsados de sus tierras, me da igual, si son refugiados o emigrantes.
Ignoro si lo descrito hasta aquí lo conoce la sociedad española. Mas el hecho incuestionable en esta España nuestra es la expansión irresistible del racismo y la xenofobia. Estremece escuchar algunos juicios de mis compatriotas. Sorprende que provengan de quienes a lo largo de la historia han tenido muchos ascendientes también emigrantes.
Trataré de explicar el origen de este discurso racista. Las élites en el capitalismo, en su versión neoliberal, diseñan un discurso basado en fracturar, dividir y enfrentar a distintos sectores de la sociedad. Si la población está enfocada, no en lo que hacen el gobierno y las élites, sino en determinados grupos, como los parados, los jóvenes, los jubilados o los inmigrantes, que se convierten en chivos expiatorios de nuestros problemas, entonces los poderosos tienen más libertad para conseguir sus objetivos. Así no solo nos pasan desapercibidos los verdaderos causantes de nuestros problemas, sino que incluso nos convencen de que trabajan por nosotros. Hoy el chivo es el inmigrante, culpable del paro, de los sueldos bajos, del peligro de las pensiones, de la crisis del Estado de bienestar, de la delincuencia, etc. Debido a la imposición del discurso racista de las élites económicas, que controlan la política, medios e incluso la educación. Discurso que va calando en la sociedad europea y que ha estudiado el profesor de la Universidad Pompeu y Fabra, Teun Van Dijk, al que sigo a continuación.
En el ámbito político, los debates parlamentarios son casi siempre sobre problemas de inmigración «ilegal» y mayores restricciones a la inmigración. En ellos predomina la autorrepresentación positiva, nacionalista (sobre la larga tradición de hospitalidad hacia los refugiados, etc.), y los recién llegados son presentados negativamente como un problema, una carga financiera, cuando no una amenaza a nuestro Estado del bienestar, al mercado de trabajo, la cultura y valores occidentales. Tratan muy pocas veces del racismo, a pesar de su larga y devastadora historia y de los campos mortíferos del colonialismo, el Holocausto y las «guerras étnicas» en Bosnia, Kosovo, etc. Y aunque en los países de la UE la inmigración (incluso la ilegal) ha aportado grandes dividendos económicos, es muy raro que estas contribuciones sean reconocidas en debates parlamentarios o discursos de los políticos. Al contrario, ser «blandos» con la inmigración cuesta votos entre una población, a la que durante décadas los discursos políticos y mediáticos le han convencido que la inmigración es una lacra. Así, los programas políticos en toda Europa están repletos de advertencias alarmantes y duros planes para mantener a los inmigrantes fuera de nuestra Fortaleza Europa, o para disciplinarles una vez que ya están dentro. De ahí el crecimiento de los partidos políticos racistas, cuya agenda el resto de los partidos asumen.
La prensa, en simbiosis con la política, sigue su ejemplo. Los temas que preocupan a los políticos en los debates parlamentarios son titulares de prensa. Y viceversa. Además la parcial visión de la inmigración se explica, porque antes de imprimir la noticia, la recopilación de la información da acceso predominante a las élites «blancas» para definir la «situación étnica». Se busca al político, alcalde, policía u otro «experto» (blanco). Las organizaciones de las minorías inmigrantes tienen menor acceso. Y si lo tienen, se les da mucha menos credibilidad. Es normal, ya que las salas de redacción y los altos cargos son blancos. Los problemas, como la explotación laboral, que sufren los inmigrantes apenas reciben atención. Cuando una persona ha delinquido solo se dice su nacionalidad si es foránea. ¿Cuántas noticias favorables a la inmigración aparecen?
Fijémonos en las instituciones del campo de la educación. Los libros de texto reflejan las ideologías dominantes del momento. Siempre ha sido así para la representación del mundo y sus gentes. Tienen tendencias nacionales e incluso nacionalistas, en los que los días de gloria de un país se magnifican, y sus crímenes y delitos se «olvidan». Pocos libros de texto en Europa detallan la esclavitud y el colonialismo. Representan a las minorías no europeas con los típicos prejuicios desde una perspectiva eurocéntrica. La mitad de los libros de texto de ciencias sociales holandeses de los años 80, ni siquiera mencionaban la presencia de cientos de miles de personas de diversas minorías en el país, y lo que es más significativo, ni siquiera dentro del aula. La otra mitad simplemente se repetían unos a otros, enfatizando brevemente las diferencias culturales en lugar de las similitudes entre nosotros (holandeses) y ellos (turcos, marroquíes). Tal discurso explica en gran parte que en Europa prolifere cada vez más el racismo.
De verdad resulta inconcebible la imposición de tal discurso racista y xenófobo en esta España nuestra. Inconcebible, porque nosotros hemos sido y seguimos siendo emigrantes. Termino recurriendo al artículo Quién te ha visto y quién te ve de Juan Goitysolo, escrito en 1998: “Como escribía Américo Castro, «vivir culturalmente exige estar siempre alerta, percatarse de que no basta con ser Consumidor o aplicador de la cultura ajena… Cuando los españoles se den cuenta de quiénes y cómo han sido, sus circunstancias mejorarán considerablemente. Porque la verdad es que hoy día no están habitando su propia historia; es decir, no saben en realidad quiénes son, pues ignoran quiénes fueron».