A estas alturas de la historia está de más retrotraernos a las vicisitudes de un proyecto que nació ilusionante pero que poco a poco ha ido desvaneciéndose en los procelosos espacios de la nada. Hubo un Podemos que pudo haber contribuido a transformar un espacio casposo, España, en un territorio de ilusión, progreso, libertad y solidaridad. Pablo Iglesias y su guardia de corps lo han impedido, sin que nada hayan podido hacer los miles y miles de ciudadanos que todavía creen en aquel proyecto primigenio. El pasado es el pasado y hoy es el presente.
Próximas ya las elecciones de noviembre es evidente que tienen lugar por la incapacidad de Pedro Sánchez para articular acuerdos que hubieran permitido primero su investidura para acto seguido poder aprobar los presupuestos. De nada sirven los apoyos de investidura si después no hay mimbres para asegurar la gobernabilidad. Pero ello no empecé para señalar los desvaríos de un Pablo Iglesias incapaz de coger el toro por los cuernos y haber llevado al dirigente socialista a enfrentarse con sus contradicciones, por más que un acuerdo PSOE/PODEMOS fuera a todas luces insuficiente para gozar de una mayoría suficiente que en ningún caso podía estar al albur de esa ERC confusa y ladina que fue precisamente la que al negarse a apoyar los presupuestos abocó a Sánchez a convocar elecciones. Así se las traen Rufián y sus adláteres, únicamente preocupados por el indulto de sus colegas y de marcar los tiempos para construir la utópica independencia de una Cataluña que mayoritariamente no desea tal aventura.
Es lógico que los partidos políticos, y uno de ellos es Podemos, traten de acceder al poder, esa entelequia derivada del libre voto de los ciudadanos. Y también que se sellen pactos para lograrlo. Pero siempre manteniendo los valores primigenios con los que sirvieron para obtener la confianza de su electorado. Pues bien, el comportamiento de Pablo Iglesias y sus próximos, que no el de la gran mayoría de sus votantes, ha dejado mucho que desear, por no utilizar expresiones más gruesas. Donde tenían que haber hablado de programa y propuestas, solo se ha atisbado una indisimulada ambición por tocar marro, por acceder a cargos, por colocar a gentes. Ni más ni menos que todos los demás.
No debe sorprender, por tanto, que la organización podemita sea hoy un carajal donde reina la confusión, un caos total que su electorado rechaza, como pronto se verá. Hasta quien como podemita era una ilusión, Iñigo Errejón, se ha contaminado de tal desmadre y ha puesto en marcha una aventura sin sentido que solamente servirá para fortalecer el crecimiento de la derecha. ¿Quién entiende su pacto con CHA en Aragón? ¿Quiénes son los errejonistas aragoneses? ¿Los que ocupan cargos en la DGA, PAR mediante? ¿Qué es ese acuerdo Podemos/Equo cuando estos últimos abandonan el baro para integrarse en ese difuso y cobarde Más País? ¿Qué País?
Los votantes, con sus particulares ideas y decisiones, optan por quienes consideran oportuno, y colocan a cada uno en su sitio. No es de recibo prometer trigo y después dar cebada. Los valores iniciales de PODEMOS, esos por los que recibieron los votos, cada vez menos como se ha comprobado, no pueden ser mercancía para el trueque, para que en Aragón los de siempre hagan lo que más les convenga. Pero no pasa nada, les gustael carajal.