
Premio Aragonés del Año al investigador aragonés Alberto Jiménez Schuhmacher.
En la gala que organizó este año el Periódico de Aragón hubo alguien que brilló con fuerza y dejó al público aplaudiendo durante más de un minuto largo. El joven científico de 38 años se alzó con el galardón más votado, “Aragonés del Año”, y emocionó al auditorio con sus palabras apasionadas y valientes.
Este hombre dirige el Grupo de Oncología Molecular del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón (IIS) y Centro de Investigación Bioquímica de Aragón CIBA) lidera un equipo que se encuentra en proceso de estudio para aplicar la biopsia virtual en los tumores cerebrales, con una mínima intervención. Habla del cáncer con naturalidad, casi con familiaridad, porque lleva años estudiándolo y retando a su peligrosa complicidad y escapismo en los más prestigiosos laboratorios de EEUU y España (Madrid, Barcelona y ahora Zaragoza). Escuchándole, desde la más completa ignorancia, a veces parece un joven enganchado a un videojuego adictivo al que se enfrenta 24 horas para encontrar la solución y poder salir del laberinto.
Su segundo apellido le viene de un bisabuelo de origen suizo que tenía una tienda de vinos en Zurich. Pasó a España a buscar vinos, se enamoró y se casó con una española. Cuando estalló la Guerra Civil se exiliaron a Suiza. Volvieron a España cuando terminó la contienda, pero al empezar la Segunda Guerra Mundial a su bisabuelo lo llamaron a filas y volvió a salir. En resumen, que se pasó la vida yendo y viniendo.
—¿El cáncer en el siglo XX y XXI es cómo la peste en la Edad Media?, aunque no sea contagioso
—El cáncer es la consecuencia de que hemos alargado mucho la vida. Nuestras células envejecen y entonces aparece el cáncer. Es exponencial, cuanto más vives más probabilidades hay de que aparezca. Hay más de 200 enfermedades cancerígenas dependiendo de cómo sea el tumor. Nuestro reto como investigadores es aplicar terapias dirigidas y diseñar fármacos para bloquearlo. En esta lucha despiadada hay un momento en el que las células se vuelven locas y se suicidan. Ahí es cuando empezamos a ganar la batalla.
Le pido que utilice un lenguaje comprensible para poder seguirle, porque un científico siempre intimida dada nuestra ignorancia, y es cuando Alberto Jiménez habla con extraordinaria brillantez pedagógica de que las células cuando se ven acorraladas por los fármacos adecuados se suicidan. Explica que nuestro ADN está compuesto por 3.000 millones de letras,”lo equivalente a 1.500 Quijotes, y de 32 billones de células. Que en superficie sería equivalente a España entera pero con 150 metros de alto”. Una inmensidad que produce escalofríos. “Entonces lo que pasa en este universo cuántico es que cuando se cometen errores en las células es cuando viene el cáncer”.
En EEUU trabajó en un laboratorio liderado por la científica Johanna Yoice donde se investigaba un nuevo fármaco que cambiaba el comportamiento de los tumores. Este fármaco está ahora en fase dos (solo en EEUU) donde se evalúa la eficacia en un número reducido de pacientes, y confiesa que es un momento emocionante. Este esperanzador fármaco tiene que pasar por la fase tres, que es cuando se aprueba de forma internacional y se prueba ya en miles de pacientes. Lugo vendrá la fase cuatro más uno. En total, todavía habrá que esperar diez o quince años de investigación concienzuda para demostrar su eficacia.
Una carrera de fondo donde la tenacidad y los recursos para investigar son vitales para lograr vencer la enfermedad. Para él lo esencial es poder montar un laboratorio, tener un equipo y dedicarse de lleno a probar ideas nuevas, intentos que logren vislumbrar el milagro.
Nuestro Aragonés del Año quiso estudiar Biología, pero como entonces no se estudiaba en Zaragoza, hizo el primer ciclo de Veterinaria (algo que le vino muy bien para el trabajo con los cobayas de laboratorio y el conocimiento de la anatomía), y después cursó ya el segundo ciclo de Bioquímica. Hizo la tesis doctoral y comenzó su periplo natural como investigador, “que no es otro que salir fuera”, matiza. Tuvo la inmensa suerte de poder trabajar con el destacado bioquímico español Mariano Barbacid.
—Sí, recuerdo que le escribí dos cartas. La segunda vez me contestó, y yo me ofrecí a trabajar gratis en su departamento una temporada. Luego conseguí una beca del Ministerio de Educación y Ciencia y formé parte de un grupo investigador junior en Nueva York. En EEUU estuve tres años y medio. Salir es el paso natural de todo científico, el problema es la vuelta. Yo tuve la oportunidad en un momento importante de mi vida, justo cuando se acababa el proyecto; mi padre estaba muy enfermo y pensábamos que se moría, y por otra parte yo tenía 32 años y quería formar una familia, así que surgió la oportunidad de volver a España y crear un nuevo laboratorio para tratar los temores cerebrales. Si no me decidía me hubiera quedado en EEUU cinco años más. Tuve mucha suerte.
He leído que Barbacid siempre ha mantenido que el cáncer es algo intrínseco en nuestra vida, es la evolución del envejecimiento celular. Solía hablar del silencio del cáncer, algo que no avisa. Todo un enigma por resolver. Por eso es tan importante la investigación, dotar a los científicos de recursos, y no practicar los recortes que es lo que ha pasado durante los últimos años en España, y continúa pasando, aunque en menor medida.
—Yo regresé a España en 2013 cuando la ciencia estaba en fase terminal. Recalé en Madrid en el Centro Nacional de Investigación Oncológica, uno de los mejores del mundo. Aprendí con Massimo Squatrito, una autoridad en tumores cerebrales, aprendí con él a ser jefe, a dar el gran salto y montar un laboratorio y gestionar todo los recursos que se necesitan.
—Dígame en palabras sencillas en qué consiste la investigación que usted lidera junto a un equipo muy joven de científicos, y aquí en Zaragoza.
—Cogemos una muestra del tumor a través de una incisión en el cráneo y lo vemos en el microscopio, hacemos una reacción y vemos como se encienden o se apagan unos genes. Hemos creado anticuerpos y través de técnicas de imágenes biomédicas, (fotos en 3D), inyectamos un contraste dirigido que se pega solo a una molécula especifica. De esta forma se informa cómo va a responder el tumor a la radioterapia, a la quimioterapia.
—Usted cuando oyó su nombre como el candidato más votado en todas las categorías subió muy emocionado al escenario, luego se calmó y echó el guante a Lambán, que estaba ahí en la primera fila, para que apostarán por la investigación y apoyaran con recursos a la ciencia.
—Sí, claro, lo primero que hice fue llorar tranquilamente en el asiento tres o cuatro segundos y quedarme bien. Tras las primeras palabras de emoción, me recuperé y entré a saco. Quería decir a los políticos que la investigación es rentable, y que necesitamos tiempo y estabilidad. Es que cuesta mucho dinero y mucho tiempo formar a un científico para luego dejarlo marchar, sin sacar provecho de esa inversión.
—¿Le ha llamado el presidente del Gobierno de Aragón?
—Estamos pendientes de una reunión para quedar y hablar. Por lo menos ha habido respuesta, y no solo de Lambán. También de algunos grupos políticos y de empresarios. Es que no entienden la ciencia: o invierten en investigación ahora o gastarán el dinero en comprar patentes. Los políticos y los empresarios deben fomentar la investigación; además hay que saber que las empresas se pueden beneficiar de deducciones fiscales si apoyan a la ciencia, a la universidad.
En este momento es cuando Alberto Jiménez Schuhmacher se embala y me se señala a través del cristal del aula donde estamos haciendo la entrevista unas ventanas pequeñas que corresponden al edificio de la facultad de Medicina. “Mira, ahí mismo están haciendo una vacuna contra la tuberculosis. Nadie sabe nada, no es noticia, pero en África va a salvar muchas vidas. Este tipo de proyectos generan mucho dinero, en industria, en recursos humanos, en gastos que se hacen en la propia comunidad donde se reside. Desde que he vuelto de EEUU (lleva en este centro desde Julio) he dado trabajo estable a dos personas. El mensaje es que investigar es rentable”.
—Lo dijo alto y claro en su discurso al recibir el galardón. Comentó algo de un imán, algo relacionado con el magnetismo,¿no?
—Lo recuerdo. Dije: “Hágamos de Aragón un imán de talento”. Tenemos una Universidad muy buena, unos excelentes grupos de investigación, somos punteros en Nanociencia, tenemos gente buena en todos los sitios. Mujeres científicas cuyos trabajos están en el top mundial, como Pilar Gayán, Conchita Gimeno.
—Y usted, si tuviera poder político ¿qué propondría, qué haría?
—Un Pacto por la Ciencia con presupuesto garantizado. Que se haga bien la Ley de la Ciencia, que se desarrolle bien y que se consulte a los expertos. Que se tenga en cuenta, porque es muy importante, la estabilidad de los puestos de trabajo, y que las ayudas (becas, etc.) salgan a tiempo para que la gente no se vaya antes, que sean estables, porque la investigación es un camino largo y se triunfa cuando se descubren cosas. No hay que esperar a que la sociedad nos lo reclame. Hay que adelantarse e invertir.
— Le iba a preguntar por su pasión, pero ya ha quedado muy clara…
—Yo soy un científico todo el día; soy un artista. En ciencia no se trabaja por dinero; yo en la empresa privada ganaría el triple de lo que gano aquí. Pero como dijo Santiago Ramón y Cajal “Si no tengo talento para ser artista, seré científico”.
Fotos de Alberto Jiménez Schuhmacher y su equipo científico
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