
Realmente la actuación de Ana Botella al frente de la corporación municipal de Madrid resultó tragicómica. Todos conocemos sus méritos contraídos para ir en esa lista municipal. Su llegada a la alcaldía fue producto del vergonzoso abandono de Gallardón, que faltando al respeto a todos los madrileños que le habían votado, prefirió un sillón ministerial. Parece ético el permanecer en un puesto público y durante el tiempo de duración, si has sido elegido por los ciudadanos. Luisa Fernanda Rudi renunció en el 2000 a la alcaldía de Zaragoza, tras haber sido elegida por los zaragozanos, para irse a presidir el Congreso de los Diputados. Y encima muchos zaragozanos aplaudieron la decisión hasta con las orejas. Mas, hace ya tiempo que nuestra clase política ha olvidado el significado de la ética.
Ana Botella en el período que dirigió el Ayuntamiento de Madrid tuvo actuaciones lamentables. Citaré algunas.
Sobre la tragedia de Madrid Arena alguna responsabilidad tendría la máxima autoridad. Su defensa de la candidatura de Madrid para ser sede de los Juegos Olímpicos fue grotesca, como todos pudimos observar. Pero no solo fue grotesca, también fue dramática, porque todavía no sabemos cuánto fue su costo, con el agravante de la inmensa deuda municipal.
Y ahora en el cénit de esta tragicomedia, quiero recordar las declaraciones de la alcaldesa para valorar el final de la huelga de la limpieza de 2013 en el Ayuntamiento de Madrid. Abróchense los cinturones que vamos a despegar. : “Que no haya ningún despido de los más de mil previstos inicialmente en las empresas de limpieza es “gracias a la flexibilidad de la reforma laboral”, y no a la presión de los sindicatos y los trabajadores durante las dos semanas de conflicto que han llenado de basura las calles de la capital”. «La huelga [de limpieza] se ha solucionado gracias a las medidas de la reforma laboral, que permite que se rebaje el coste laboral con unas medidas de flexibilización, y que son las que más progreso han traído en la historia la Humanidad, hagan un recorrido por el mundo», sentenció en respuesta al líder socialista. Y añadió que los barrenderos, que cobran entre 500 (el turno del fin de semana) y 1.300 euros, y que ahora verán congelado su sueldo durante cuatro años, tienen «el sueldo medio de los madrileños». El sueldo medio en la región son 2.160 euros; en España, son 1.840 euros. De verdad, cuando leí estas declaraciones tuve que restregarme varias veces los ojos, para cerciorarme que eran ciertas. ¿En qué mundo vive esta señora? ¿Nos toma por gilipollas? Todo el mundo, con dedos en la frente, sabe que el final con el mantenimiento de los puestos de trabajo fue producto de la lucha de la clase obrera, ejemplo que debería ser seguido en otros sectores profesionales.
La alcaldesa cometió un gravísimo error de cálculo. Pensó que la sociedad madrileña, acosada por la basura acumulada, se enfrentaría a los huelguistas. Y no fue así. Muy al contrario, se solidarizó. Por eso, la mejor alcaldesa de Madrid, exigió que debería modificarse la regulación de la huelga, porque no se puede tener como rehén a la sociedad. Una huelga siempre genera problemas y quebrantos a la sociedad. Es de cajón.
Y ahora mismo. El Tribunal de Cuentas ha condenado a la exalcaldesa de Madrid, Ana Botella y a seis de sus ediles a abonar 22,7 millones de euros por vender en 2013 dieciocho promociones de vivienda pública a un fondo de inversión por debajo del precio contable y de mercado. Esta sentencia considera probado que la operación en la que se vendieron 18 promociones de vivienda pública protegida por 128 millones de euros a Fidere, filial de Blackstone en España, se hizo por un procedimiento ilegal al no asegurar la concurrencia, y se cerró por debajo del precio contable de los inmuebles, de 159 millones, y también por debajo del precio del mercado.
En aquel entonces, ante los temores de que algunos de los inquilinos de estas viviendas fueran desahuciados –extremo que después se confirmó– Botella aseguró que con este tipo de operaciones «sólo cambia el casero», de modo que los inquilinos mantenían «sus derechos y obligaciones». Botella insistió que el proceso de venta no afectaba a los contratos de los inquilinos, «que tienen los mismos derechos y obligaciones, en unas viviendas que siguen siendo protegidas y que se rigen por la normativa de las viviendas de protección pública». Ustedes mismos saquen sus propias conclusiones y valoren la catadura moral de aquellos que toman estas decisiones. Yo quiero terminar con unas reflexiones.
¿Son conscientes los dirigentes populares del daño que han hecho y siguen haciéndolo a nuestra democracia y a la ética pública? El ejemplo de sus dirigentes sirve, si es positivo, para cohesionar la sociedad, y si es negativo, para fragmentarla y atomizarla. Los políticos dan el tono a la sociedad, crean pautas de comportamiento y suscitan hábitos colectivos. Es que todo lo que tocan lo pervierten y lo pudren. Democracia, gobierno nacional, comunidades autónomas, ayuntamientos y la universidad pública. Todo huele a podrido. Esta cuadrilla eran los que pretendían y pretender darnos lecciones de patriotismo, colocando banderas en los balcones. Por favor, guárdenlas en los cajones y no la deshonren. ¿Y todo esto lo vamos a consentir los ciudadanos españoles? Ellos ya han perdido la dignidad. Un pueblo que se respete a sí mismo y que defienda su dignidad no puede permanecer impasible ante tantos atropellos y desmanes públicos. En una democracia el verdadero peligro comienza cuando no es la clase política la que se corrompe sino también sus votantes. Ya lo cantó Joan Báez: “Si no luchas por acabar con la corrupción y la podredumbre, terminarás formando parte de ella”.
Si no reacciona la sociedad española con todo lo expuesto, seguirá todavía vigente el artículo de Francisco Silvela del 16 de agosto de 1898, publicado en el periódico El Tiempo de Madrid, titulado Sin pulso, poco después del desastre colonial, que causó una gran conmoción en la opinión española. Decía así: “Quisiéramos oír esas o parecidas palabras brotando de los labios del pueblo; pero no se oye nada: no se percibe agitación en los espíritus, ni movimiento en las gentes. Los doctores de la política y los facultativos de cabecera estudiarán, sin duda, el mal: discurrirán sobre sus orígenes, su clasificación y sus remedios; pero el más ajeno a la ciencia que preste alguna atención a asuntos públicos observa este singular estado de España: dondequiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso…”.
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