

La pandemia del covid 19 está poniendo en evidencia las debilidades de las llamadas democracias liberales y del sistema económico que las sustenta actualmente: el capitalismo neoliberal. Un desafío a la convivencia pacífica en el mundo. No se debe olvidar que en el periodo entreguerras (la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial) surgieron los movimientos totalitarios (fascismo, nazismo y comunismo) que llevaron al mundo a una catástrofe sin precedentes.
Las graves consecuencias sanitarias, con las consiguientes económicas, están provocando mayores desigualdades sociales y mayor índice de pobreza a nivel mundial. En muchos lugares de la Tierra esta situación humanitaria es endémica, pero ahora se agudiza y se expande por países que denominamos desarrollados. Como consecuencia de esta crisis sanitaria y económica, se extiende el descontento, el desánimo y la desconfianza.
Como ocurrió en el mencionado periodo entreguerras, las fuerzas populistas reaccionarias o revolucionarias están al acecho para ofrecer soluciones a los graves problemas a los que las sociedades se enfrentan. La historia también nos enseña que estos “salvadores” han sustentado sus movimientos en actitudes agresivas nada respetuosas con los derechos humanos y la democracia.
Hoy en día, como también lo hicieron en su momento, estos movimientos reaccionarios y revolucionarios se atribuyen la representación de los pueblos y se presentan como los adalides de las libertades. Sí que se puede desmentir, a la vista de los resultados electorales, que sus propuestas sean aceptadas por la totalidad de ese pueblo que dicen representar, pero se puede comprobar que su avance es evidente. Con relación a la veracidad de su entusiasmo libertario se tienen muchas dudas, a la vista de sus comportamientos y sus herencias históricas.
Sin embargo, a diferencia del periodo de la historia mencionado, las fuerzas revolucionarias no están en su máximo esplendor como en los dos primeros decenios del siglo pasado. Entonces, el triunfo de la revolución soviética contribuyó a la expansión del comunismo en todo Europa. El colapso de la Unión Soviética y el fracaso del comunismo real ha rebajado los ánimos revolucionarios de corte marxista, que salvo en grupos marginales tiene poco predicamento. Sus apoyos sociales son escasos y mucho menos en el mundo de la economía.
No sucede lo mismo con los movimientos reaccionarios, ligados principalmente a posiciones ultraderechistas, que vuelven a estar de moda en todo el mundo y, por supuesto, en Europa. Estas corrientes, que no molestan tanto a los grandes poderes económicos, más aún comulgan con las doctrinas neoliberales, están aumentando su representación en los parlamentos de las democracias liberales.
Durante la pandemia las democracias tradicionales han cometido errores, quizás demasiados, fruto tal vez de la derivada económica neoliberal que prioriza el “mercado” por encima de cualquier otra consideración, incluida la salud y la vida de las personas. Pero en las democracias todos somos responsables, entre otras razones, porque con nuestro voto decidimos esas prioridades.
No voy a negar que hay muchos condicionantes externos a la hora de pronunciarnos sobre qué tipo de sistema democrático queremos o necesitamos, y qué clase de dirigentes son los más capacitados y la forma de elegirlos. Este mismo sistema democrático lleva dentro su propia incoherencia, porque el sistema permite que aquellos que pretenden acabar con la democracia o abusar de ella también tengan amparo para la defensa de sus fines.
Los movimientos totalitarios de la primera mitad del siglo XX, se engendraron por el descontento social, se retroalimentaron (comunistas contra fascistas y recíprocamente), y crecieron por la debilidad de las democracias y la incapacidad de sus líderes democráticos de llegar a acuerdos que permitieran mejores condiciones de bienestar para las sociedades que dirigían.
Los conservadores fueron demasiado laxos con los reaccionarios, incluso se aliaron con ellos o se integraron en esos movimientos, con el fin de no perder poder y privilegios. Los socialdemócratas se debilitaron al permitir que los revolucionarios llevaran la delantera en sus reivindicaciones sociales. En uno y otro caso terminaron siendo absorbidos por la fuerza y posteriormente eliminados, con las consecuencias de implantación de totalitarismos militaristas que condujeron a la Segunda Guerra Mundial.
La principal lección que se puede extraer de esos acontecimientos es que la democracia se consolida con grandes pactos entre las gentes que defienden el progreso a través de la moderación. Ya hemos comprobado históricamente a lo que conducen las precipitaciones totalitarias. Y para ello, es necesario que, razonadamente, nos liberemos de la polarización, que consideremos que el diálogo no es debilidad sino fortaleza democrática.
La moderación tampoco es debilidad, más bien es respeto para llegar acuerdos que permitan progresar. Nada peor que el enroque dogmático ideológico para detener cualquier iniciativa; para avanzar, nada peor que la oposición sistemática a cualquier idea que no sea la nuestra. Durante la pandemia nos hemos cansado de ver actitudes poco convenientes para resolverla por no ser capaces de llegar a acuerdos y por no escuchar las propuestas de los adversarios políticos.
Mucho me temo que tenemos que seguir aprendiendo y modificando comportamientos individuales y colectivos, tanto de personas de a pie como de los líderes políticos, sociales y mediáticos. No dejarnos arrastrar por los extremos, llegar a acuerdos es una necesidad democrática de aquellos que verdaderamente creemos que la democracia que, con todas sus imperfecciones, es el mejor de los sistemas políticos de convivencia.
Nota.- Las opiniones vertidas en este blog no dejan de ser deducciones personales. No pretenden desarrollar, ni mucho menos, un trabajo académico con todo lo que ello implica. Mis reflexiones y conclusiones no son sino fruto de experiencia, formación y estudio.
Por ello, mi consejo es que para abordar estos temas hay que profundizar con la documentación lo más rigurosa posible. Ya escribí un artículo en este blog titulado “El auge del extremismo reaccionario”, en el que citaba algunas de las referencias utilizadas para su elaboración. Ampliando la bibliografía añado dos textos que he leído recientemente sobre el tema en cuestión.
Casanova, Julián, Una violencia Indómita. El siglo XX europeo, CRÍTICA, Barcelona, 2020
Cobo Romero, Francisco, Las grandes dictaduras del siglo XX, SÍNTESIS, Madrid, 2018
Publicado en mi blog Paz y Seguridad Internacional
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