
Solo un inmenso dolor y la más absoluta reprobación puede generar el trágico desenlace de la desaparición de Gabriel Cruz, un niño de 8 años que ha tenido en vilo a España durante trece días. Que la tierra le sea leve y su familia pueda rehacerse, tiempo mediante, de tal desgracia. Y al hilo de tan lamentable hecho no está de más considerar el papel de las redes sociales. Durante trece días se han llenado de toda suerte de escritos y fotografías clamando por la aparición de un niño que había podido perderse, sido secuestrado o, lo que nadie deseaba, asesinado. El alma buena de las gentes utilizaba la red para una causa justa. Las redes ofrecieron el discurso de la solidaridad, movidos por esos sentimientos colectivos que se producen ante circunstancias como las que nos ocupan. No estaría de más que, como homenaje a esa joven víctima, se llenen de reclamos, opiniones y fotografías sobre la muerte, todos los días, de millares y millares de niños y niñas inocentes víctimas de los desafueros guerreros de unos y otros en buena parte de la geografía mundial.
Una vez conocido el dramático desenlace y las circunstancias concurrentes, las buenas gentes que utilizan los medios han comenzado a escribir páginas y páginas donde fluye lo peor de la condición humana, el racismo, el machismo, el odio, hasta límites intolerables. A todo bien nacido repele lo acaecido y tal vez podría respetar tales publicaciones en nombre de ¿una libertad de expresión? Que sin embargo niegan, por ejemplo, a más de un rapero….
¿Podrían servir las redes para enseñar a respetar y gestionar la maldad y el horror? ¿Puede alguien olvidar que el mal existe y que la maldad no tiene color, nacionalidad ni sexo? ¿ Y que el odio solo genera odio? Los blancos también matan, en todos los países se mata, y lo hacen tanto hombres como mujeres.
Los hechos criminales, tristes hechos, siempre se mueven en un marco coyuntural plural pero remitiendo a personas, solo personas al fin y al cabo, gentes dominadas por insondables pulsiones que remiten a enfermedades presuntamente irresolubles. La sociedad, a través de la Justicia, debe adoptar medidas y puniciones.
Nunca se debería olvidar en las redes que antes de los hechos están las palabras. Por ello hay que medir lo que se dice, o se escribe. Una joven persona ha muerto injustamente y otra persona es la presunta asesina. Las circunstancias están ahí, y deberían ser tratadas desde la razón, más allá del odio y lo accesorio. Las redes al servicio del ser humano y no de los bajos instintos. De hacer caso a tanto y tanto comentario, ¡cuánto presunto asesino anda suelto!, por aquello de que las palabras son anteriores a los hechos.
Lamento, el tema más. Causado por desmedidos celos ,,pero es la condición humana en lo más básico de sus instintos,,en eso para nada influyen ni las condiciones sociales ni los. Colores de las pieles,,es una muestra más de la injusticia de la vida