

Europa se enfrenta a dos desafíos sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra mundial: la salida del Reino Unido (Brexit) de la Unión Europea (UE) y el crecimiento de los populismos de corte nacionalista autoritario. Ambos procesos están relacionados y pueden ser un duro golpe para la unidad de la UE. Tanto el Brexit como el populismo son el resultado de una tremenda crisis socioeconómica que tiene lugar en Europa desde finales de la primera década del siglo XXI.
La composición del nuevo Parlamento Europeo se decidirá en este mes de mayo de 2019. Además, se podrá constatar si el incremento de la extrema derecha populista crece del mismo modo que lo ha hecho a nivel nacional. Efectivamente, la extrema derecha ha avanzado en Europa desde el 2012.
La UE es el progresivo resultado del sueño que tuvieron significados líderes europeos (Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi, Robert Schuman, Wiston Churchil y Jean Monet) sobre la futura Europa: paz, prosperidad y bienestar duraderos, bajos el lema de “unidad en la diversidad”. Esa unidad se ha ido ampliando con los años hasta configurar la actual UE.
Ver: https://europa.eu/european-union/sites/europaeu/files/eu_in_slides_es.pdf
Ha sido condición indispensable para la adhesión a este grupo europeo la aceptación de los Estados miembros de: la democracia, el Estado de derecho y la economía de mercado. Desde su origen en la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, el proyecto europeo no ha dejado de crecer, a pesar de la complejidad de las relaciones y los inconvenientes de los, a veces, divergentes intereses nacionales.
La Carta de los Derechos fundamentales de la UE es vinculante para todos los Estados miembros y se refiere principalmente en sus 54 artículos a la dignidad, libertad, igualdad, solidaridad, ciudadanía y justicia. Una declaración que parece ponerse en duda por una parte de la población instigada por movimientos anti europeístas, cuyos principales altavoces son líderes a los que se denomina populistas, y los que en algunos casos demuestran una ideología próxima a los desaparecidos movimientos fascistas del pasado siglo.
La UE es una organización internacional que unida representa la mayor potencia económica mundial, con el mayor índice de bienestar y democracia en el mundo, con el mayor índice de desarrollo humano (IDH) y la mayor esperanza de vida mundial. Aún con sus deficiencias y dependencia energética, con su envejecimiento progresivo y con sus desigualdades dentro de algunos países y entre ellos mismos, la UE continúa siendo el lugar del mundo donde se goza de mayor seguridad y libertad.
No obstante, la crisis socioeconómica de principios de este siglo XXI ha conducido a una espiral de descontento, que está siendo aprovechada por grupos sociales y políticos para azuzar contra el proyecto y unidad europea. Lo curioso del caso es que estos grupos, que denuncian y renuncian a este espacio europeo de democracia, usan y abusan de esa libertad para sembrar la duda y el desconcierto entre la población. La captura del voto del descontento es su principal objetivo, con el fin de poder obtener mayorías con las que puedan llevar a cabo su ideología autoritaria, xenófoba, excluyente y anti democrática.
Estos partidos, populistas de de extrema derecha, han centrado su discurso contra la inmigración, los refugiados y el derecho de asilo, principalmente de personas procedentes del islam. Además, algunos de estos partidos proponen la salida de sus respectivos países de la UE.
Es relativamente fácil recurrir a las emociones más primitivas como la identidad, al nacionalismo y, como consecuencia, el rechazo al diferente o al que viene de otro lugar. El recurso a la identidad nacional provoca también un rechazo a la globalización, que se refleja incluso en la forma de gobernar de algunos líderes nacionales. Este populismo identifica como enemigo único la inmigración, a la que culpabiliza de los males que afectan a Europa.
La inmigración no fue problema en la Europa del Estado de Bienestar, cuando miles de españoles, portugueses y otras nacionalidades emigraron a los ricos países del norte. Aunque hay muchos mitos sobre su integración, la mayoría de ellos volvieron a sus países de origen. Durante su periodo migratorio no todos consiguieron integrarse en las sociedades de destino, ni sus salarios ni sus niveles sociales se lo permitían. Pero la historia e incluso las vivencias se suelen olvidar con cierta frecuencia, y no se recuerda que algunas de las acusaciones que ahora se hacen a la inmigración no son nuevas, y ya las sufrían mucho antes los procedentes de los países mencionados.
Del mismo modo que los inmigrantes de la Europa del Sur buscaban el Norte, a la búsqueda de una vida mejor, vienen a Europa los inmigrantes procedentes de otros lugares del mundo donde la miseria y la violencia no les permite llevar una vida digna. Esos sectores que alienta el populismo autoritario ven en la inmigración una amenaza a la identidad.
La UE afronta unos desafíos decisivos para su supervivencia como tal. El primero de ellos es de carácter estructural, una Europa que la crisis ha dejado sumida en grandes desigualdades, tanto dentro de los países como entre ellos mismos. Las políticas económicas impuestas desde Bruselas han causado enormes sacrificios para las clases más desfavorecidas, con pérdidas considerables de sus niveles de vida y asistencia social. El Estado de Bienestar ha decaído en algunas regiones de la Europa, principalmente en el Sur, mientras que en otros no ha llegado a alcanzar unos mínimos aceptables, como ocurre en algunas de las recién incorporadas repúblicas que antes estaban dentro de la órbita soviética.
La política tampoco ha contribuido a poner en orden la convivencia dentro de la UE. No existe una política común en lo que a concepción, ni tan siquiera del modelo económico a seguir. No se ha concebido un plan político común para definir lo que quiere Europa. Sí, sí se ha conseguido una moneda única, también discutida desde muchas posiciones políticas, pero cada país va a su interés propio.
Todo ello ha propiciado que desde algunos sectores de la política se haya optado por la oferta de soluciones fáciles con un discurso sencillo, sin otros argumentos que el de la emotividad dirigida contra el diferente para calar en los sectores más descontentos de la población.
La UE está más amenazada desde dentro que desde fuera. Algunos de los recientemente adheridos, como Hungría o Polonia han optado por derivas autoritarias poco acordes con el espíritu con el que se ha creado y ha crecido la organización europea. El Brexit ha sido un tremendo golpe para la Unión, como lo es el desafío de los nuevos dirigentes italianos. La UE no es sólo una unión económica, debe ser sobre todo compartir valores democráticos de libertad y respeto a los derechos humanos. Si esto se pierde la UE sucumbirá.
Habría que preguntarse a quién beneficia este populismo destructivo contra Europa. Habría que analizar por qué estos populismos excluyentes, sectarios y reaccionarios, con posiciones poco democráticas usan, sin embargo, las instituciones democráticas nacionales y de la UE para propagar y ejecutar, cuando gobiernan, sus proyectos políticos autoritarios. La señal de alerta de la democracia Europea se ha encendido, porque las urnas les han dado votos y hasta poder político. Algunos representantes de estos movimientos populistas reaccionarios acusan a la democracia europea de no ser representativa, pero la usan para sus propósitos.
Estos populistas sí se autoproclaman verdaderos representantes del pueblo pero ¿hasta cuándo respetarán la democracia?Ya no son pura anécdota, avanzan por toda Europa. En Alemania, Austria, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Polonia, Reino Unido, y hasta en los avanzados y civilizados países nórdicos, Finlandia, Dinamarca, Noruega y Suecia, así como en las Repúblicas Bálticas Estonia, Letonia y Lituania, e incluso ahora en España..
El domingo 26 de mayo se celebran elecciones en España al Parlamento de Europa, la emisión de un voto reflexivo es decisivo para el futuro de una Europa unida, democrática y respetuosa con los derechos humanos. Europa es de suma importancia para que esos valores de justicia social y de dignidad sigan siendo referencia mundial. El voto para una UE acogedora, respetuosa e integradora con la diversidad es fundamental para que en Europa se siga viviendo en paz y libertad.
Javier Jiménez Olmos
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