
El día 8 de marzo está al caer y como es lógico arrecian los comunicados, las declaraciones y los carteles. Ese día, las mujeres están convocadas a una jornada de lucha cuya expresión más visible será el paro de 24 horas que muchas auspician, o de dos horas que defienden otras, además de las consabidas concentraciones y manifestaciones. Dispuestas a conseguir la justa y necesaria igualdad con los hombres, impedida por una sociedad patriarcal que todavía sostiene que la única función femenina es ser “reposo del guerrero”, ocuparse de las tareas domésticas y asistenciales, y participar en los asuntos de menor cuantía, este día 8 debe ser el inicio -sin dejar de considerar las luchas que tantas y tantas mujeres han llevado a cabo en el pasado para reivindicar su condición de iguales- de una dura y cotidiana lucha en todos los ámbitos para lograr cuanto antes el espacio igualitario. Difícilmente puede hablase de democracia cuando por razones de género las mujeres penan dominaciones y vejaciones intolerables.
La huelga del día 8, que ojalá hubiera podido consensuarse entre todas tiene que denunciar todo lo relacionado con las desigualdades de género, en primer término. Todas somos iguales que todos. Pero como es día 8, también deberá denunciarse la brecha salarial, la brecha de las pensiones, el inframundo laboral, la invisibilidad e infravaloración del trabajo de tantas y tantas mujeres.
Y es una huelga feminista, de las mujeres. Aquí es donde se plantea el problema. Si los hombres también parasen estaríamos ante una huelga general, con lo que los objetivos de las mujeres se difuminarían. Esta es una huelga de mujeres ante la cual los hombres solo deberán mostrar su solidaridad. En ningún caso supliendo a las huelguistas en sus diferentes ámbitos tanto laborales, familiares como sociales. Eso se llama esquirolaje. Y hay muchas formas de solidaridad, desde la conciencia individual y colectiva. ¿Deberían los hombres acudir a las manifestaciones convocadas? Algunas organizaciones feministas no ven peros mas muchas otras estiman que no. Quedan algunos días y no deja de ser una cuestión que las mujeres deberían solventar. Pero sea como sea, hay que manifestarles la absoluta solidaridad de los hombres para terminar con una injusticia histórica. ¿Un compromiso firme contra la sociedad patriarcal, con hechos y no solo meras palabras?
Yo lo tengo muy claro: me niego a pedir perdón por ser hombre. Quienes deberían pedir perdón son los que están fomentando el odio contra media humanidad por haber nacido con un pene en la entrepierna. Yo me niego a renegar de la magnífica educación que me dieron mis padres y de los valores que me transmitieron, para someterme a una ideología estúpida que se basa simple y llanamente en el odio a media humanidad. Y es que el feminismo de género no busca la igualdad. Eso lo buscaba el feminismo original, de inspiración liberal, que reclamaba la igualdad legal y la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, y no la igualdad de resultados ni la supresión de libertades para imponer proyectos de ingeniería social. Lo que busca el feminismo de género es la revancha, el enfrentamiento y el dominio de la emoción sobre la razón. Los marxistas saben que no tienen futuro en una sociedad próspera, basada en una sana convivencia y en la que los debates sociales partan de argumentos racionales. En un entorno así muy pocos se tragarían burradas como culpar de todos los males de la humanidad a los hombres. El feminismo de género necesita la carga emocional provocada por el odio para colarle al público sus colosales disparates. Por eso no vas a ver nunca un debate racional con un partidario de esa odiosa ideología: quedaría en ridículo. Por eso usan sistemáticamente palabras-policía como “machista” y el señalamiento al que discrepa: para que la gente no se atreva a cuestionar sus patrañas, por absurdas que sean.
http://www.outono.net/elentir/2018/02/28/no-pedire-perdon-por-ser-hombre-que-lo-pidan-quienes-fomentan-el-odio-a-media-humanidad/