Los casos de Carla: El carterista

RELATOS BREVES DE MANUEL DEL PINO

Los casos de Carla

Qué es «Los casos de Carla»

La Puerta del Sol, en las mañanas de verano (y todo el año), estaba llena de turistas, transeúntes, pero también de “desocupados”, algunos carteristas, otros cosas peores.

A la cercana comisaría de calle de la Montera, 16, no paraban de llegar denuncias de turistas con sus vacaciones arruinadas, porque les habían robado la cartera en el metro, en una tienda, sentados en las terrazas, y a lo último en la misma Puerta del Sol.

El inspector Quintero estaba que trinaba, pues los carteristas desprestigiaban el turismo patrio de cara a cada vez más corazones guiris. Había que hacer algo de inmediato, sobre todo con los robos de carteras en plena Puerta del Sol.

Entre los Policías de Barrio que oían al inspector en su despacho, Carla dijo algo, que su compañero de patrulla, el oficial Morales, ya se temía:

─Yo sé cómo arreglarlo.

Carla y su maldito sentido de la justicia. ¿Es que no podía estarse calladita, y luego irse los dos a tomar unas cañas con tapas en el Bar Chicote?

Quintero pidió a los demás agentes que comenzaran a desplegarse, escuchó el plan de Carla a solas en el despacho y le dio su aprobación.

La joven salió de la comisaría vestida de paisano, con una pequeña mochila a la espalda y el móvil sobresaliendo del bolsillo de su pantalón.

Iba como una perfecta turista y a ello se aplicó, mirando tiendas por toda la Puerta del Sol, Preciados, Montera, Carmen, Carretas, Arenal y alrededores.

Morales la seguía entre el gentío, también de paisano, cubriéndole las espaldas mohíno, pues pensaba en las fresquitas cañas del Chicote que se estaban perdiendo.

Así estuvieron “de compras”, demasiado rato para Morales, pero poco para Carla, porque las tiendas le encantaban… y en especial porque en menos de dos horas sintió que el móvil ya no le pesaba en el bolsillo del pantalón.

Se lo habían robado. El famoso carterista de Sol.

Carla se quedó quieta en la calle, enfadada, cruzados los brazos. Morales se le acercó.

─Ya te han robado ─le dijo─, ¿a que sí? ¿La cartera o el móvil?

─El móvil ─repuso Carla.

─Es que eres boba. Si ya lo sabía yo. Anda, vamos a tomar una caña al Museo Chicote, para que se te pase el disgusto.

Si no fuera su inmediato superior, Carla le hubiera dicho: “¡Y una porra!”, pero como era su oficial, la joven se contuvo y fue mejor para todos.

─No, vamos a la comisaría ─fue lo que dijo.

Morales no entendía nada. Volvieron a Montera, 16, donde el bueno del inspector Quintero ya les esperaba. Le dijo a Carla, al verla entrar:

─¿Qué tal? ¿Ha caído?

─Sí ─dijo la agente.

─¿Cómo que caído? ─dijo Morales─. Ningún caco ha caído. ¡Nos han robado!

Quintero les indicó su despacho. Se sentó ante su ordenador y dijo:

─Está en el metro, en Callao. Ordenaré que le detengan.

Cogió su teléfono móvil y transmitió la orden.

El oficial Morales tenía tal cara de estupor, que Carla le auxilió:

─Mi móvil lleva un localizador GPS, con alcance de 1500 metros. Hay que detener al carterista cuanto antes. Era una trampa.

Los guardias de seguridad de la estación de Callao detuvieron al carterista. Morales y Carla fueron por él, le arrestaron y le llevaron a la comisaría, ante el inspector Quintero.

El carterista era un viejo conocido rumano, que se las sabía todas. Lo hubiera negado, pero en este caso le pillaron con las manos en la masa, un móvil con detector.

El inspector Quintero ordenó que pusieran al carterista a disposición judicial.

Al día siguiente, estaba otra vez en Sol robando carteras.

Las leyes son las leyes. Al ver de nuevo al carterista, Morales le dijo a Carla:

─¿Una cañita en el Chicote?

Y Carla se encogió de hombros.

Manuel del Pino

Manuel del Pino es licenciado en Filosofía y Letras (Univ. de Granada, 1994). Publicó artículos, ensayos (XIV Premio de Ensayo Becerro de Bengoa con La sonrisa de la esfinge, Dip. de Álava, 2002), novelas (Olivas negras, Ed. Cuadernos del Laberinto, Madrid, 2012) y relatos en diversas revistas digitales.

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