Los casos de Carla: Robos de verano

RELATOS BREVES DE MANUEL DEL PINO

Los casos de Carla

Qué es «Los casos de Carla»

En verano hubo muchos robos en el barrio de La Latina. Los vecinos advirtieron a la policía de que los ladrones estaban usando una técnica nueva y “sofisticada”: ponían un hilo de pegamento entre el marco y la puerta, para marcar los pisos vacíos.

Si el hilo de pegamento sigue ahí días después, es que el piso está vacío: nadie ha abierto esa puerta, los dueños están ausentes de vacaciones. Es un piso que se puede robar.

Antes los ladrones dejaban un papelito blanco, pero el hilo de pegamento se ve menos aún… si bien acabó notándose tras todo el galimatías.

El caso traía de cabeza a las distintas policías. ¿Cómo echar el guante a los ladrones, pillándoles in fraganti en un piso mientras están robando?

El lunes por la mañana, pasaron por el barrio de patrulla la agente Carla y el oficial Morales, de la Policía de Proximidad. La conversación eran los robos en el barrio.

Carla dijo lo que Morales ya se temía:

─Yo sé cómo pillarles. Pero necesitaremos ayuda y tiempo.

Morales se echó las manos a la cabeza. ¿Es que la agente novata que le habían asignado, no podía limitarse a ver si había socavones o grietas en algún edificio? Sin embargo, debía escuchar cualquier aportación a tan importante problema.

El oficial se dedicó a oír el estrambótico plan de Carla, tan retorcido y laborioso que sólo le pareció bien para tener ocupados los días siguientes.

Fueron edificio por edificio, revisando piso por piso. En las puertas donde había un hilo de pegamento, lo limpiaban hasta no dejar huella.

En todas las puertas, menos en una, el 3º B del edificio que estaba justo detrás del Teatro de La Latina. Allí dejaron el hilito de pegamento, intacto y provocador.

Entonces se retiraron, para no levantar sospechas en los ladrones. Permanecieron ocultos en un coche utilitario del ayuntamiento, sin ningún distintivo policial, justo enfrente del piso en cuestión, haciendo guardia por turnos día y noche, para ver la gente que entraba y salía del edificio, y si entre ellos había alguno con actitud sospechosa.

Los días pasaron desesperantes, pero no demasiados hasta que la trampa surtió efecto.

El lunes siguiente, a las 2 de la madrugada, cuatro individuos sospechosos entraron en el edificio. Carla alertó a Morales, que dormitaba en el asiento de copiloto.

Avisaron a la Policía Nacional y la Guardia Civil, que se presentaron en cinco minutos con numerosos vehículos. Subieron al piso 3º B y pillaron a la banda con las manos en la masa. Los policías eran tantos, con sus armas reglamentarias en ristre, que los ladrones no pudieron ofrecer resistencia, sólo rendirse, aunque también iban armados.

Eran una peligrosa banda albano kosovar. Fueron detenidos, juzgados y condenados a 12 años de cárcel cada uno, por robo, allanamiento de morada, pertenencia a banda armada y posesión de armas ilegales.

El mayor Herrera se atribuyó todo el mérito del plan. Pero a Carla no le importó, porque los robos cesaron y los vecinos quedaron tranquilos.

Carla es una joven agente de la Policía de Barrio en el centro de Madrid. Tiene 25 años, viene del sur y vive independiente en un pequeño estudio alquilado en Jacinto Benavente. Es atractiva, tiene pretendientes, pero se muestra remisa con ellos.

Ha conseguido la estabilidad laboral entrando en la policía más cercana en la atención al ciudadano: escucha sus denuncias, quejas e inquietudes sobre los problemas específicos del distrito, Se trata de relatos, de temas reales y actuales, centrados en una Policía de Proximidad que hasta ahora, al parecer, no se ha tratado en los medios de comunicación.

Patrulla en pareja con el oficial Morales. Están a las órdenes del inspector Quintero, en  la comisaría de la calle de la Montera, 16, donde el máximo responsable a su vez es el Mayor Herrera, que suele apropiarse algunos éxitos de nuestra agente. Carla resuelve sus casos recurriendo al ingenio, de un modo realista y práctico, para ayudar a los vecinos. Sólo en caso necesario recurre a su arma reglamentaria. Tiene un sentido vocacional de la justicia que le hace detestar los abusos y delitos.

Manuel del Pino

Manuel del Pino es licenciado en Filosofía y Letras (Univ. de Granada, 1994). Publicó artículos, ensayos (XIV Premio de Ensayo Becerro de Bengoa con La sonrisa de la esfinge, Dip. de Álava, 2002), novelas (Olivas negras, Ed. Cuadernos del Laberinto, Madrid, 2012) y relatos en diversas revistas digitales.

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