Macron y el rompecabezas europeo. Por Antonio Piazuelo

Firmas de opinión

Antonio Piazuelo
Antonio Piazuelo, Ingeniero Técnico Industrial

Supongo que todos los que creemos en el futuro de Europa, con independencia del país en el que hayamos nacido, celebramos el pasado día 7 la victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales francesas y volvimos una vez más (como hemos hecho tantas veces) los ojos hacia esa Francia que para muchos aún simboliza la vigencia de los ideales de la Ilustración. Macron no pudo estar más acertado al elegir, como fondo de su primera aparición tras la victoria, el arreglo que Herbert von Karajan hizo sobre la Oda a la Alegría beethoveniana para convertirla en himno de Europa. Y digo que acertó no solo porque subrayaba con ello su firme europeísmo frente al ultranacionalismo de su adversaria derrotada, sino porque esa música representa también, y por encima de todo, la idea de la fraternidad universal (“todos los hombres vuelven a ser hermanos”) en estos tiempos turbulentos, cuando los populismos rampantes avivan el odio al extranjero, al otro. Bravo por Macron: frente a la amenaza neofascista no hay nada mejor que reafirmarse en las viejas y nobles ideas que inspiraron la Revolución Francesa y el nacimiento de la Europa unida.

Pero los riesgos están aún muy lejos de haber desaparecido con la contundente derrota que el joven político ha propinado a los partidarios de la involución en su país. Todo lo contrario, siguen ahí, y con la misma fuerza que tenían antes de que se abrieran las urnas. Porque después de la victoria electoral empieza lo más difícil: hacer realidad las promesas, convertir en hechos las ideas… y me temo que eso no depende solo de la voluntad del nuevo presidente francés.

El fondo del problema que arrastra Europa (y, en general, las democracias) está, a mi entender, perfectamente diagnosticado por muchos expertos. Tiene su origen en las políticas económicas ultraliberales que se vienen aplicando, como si fuesen dogma de fe, desde los años 80 del siglo pasado. Esas políticas, sumadas a los efectos de la globalización económica (tantos y tan complejos que solo enumerarlos sobrepasaría con mucho los límites de un artículo) y al desarrollo de nuevas tecnologías que presionan negativamente sobre la oferta de empleo, han creado un escenario lleno de incertidumbres para la mayoría de los trabajadores occidentales precisamente en el momento en que la crisis global parece que empieza a superarse. Y las incertidumbres, es sabido, generan malestar. Un malestar perfectamente real y hasta bien fundamentado, pero que se convierte en terreno abonado para que arraiguen las soluciones simples (y falsas, y muy peligrosas) que inevitablemente proponen siempre los salvadores de patrias, a derechas  a izquierdas.

Es, por lo tanto, necesario dar una respuesta a ese legítimo malestar desde las instituciones democráticas, como se hizo en otros dificilísimos momentos de nuestra historia reciente. Macron, o lo que Macron representa, puede acercarse a esas respuestas. Porque el nuevo presidente francés es un liberal, pero no un ultraliberal, como apuntaba recientemente Xavier Vidal-Folch, y no ha hecho su breve carrera política pegado a la derecha, por más que haya sido banquero, sino al Partido Socialista francés. Seguramente podría hacer suya la frase de Indalecio Prieto: “Soy socialista a fuer de liberal”. Y eso en un momento en que buena parte de la izquierda europea, incluida la francesa, siente nostalgia de la pureza ideológica y se aferra a ella aunque eso les conduzca a la irrelevancia política. Prefieren sus viejas banderas a ganar elecciones (Corbyn, Sanders, Hamon…Iglesias), de modo que sus supuestas soluciones no dejan de ser juegos de palabras que nunca se convertirán en hechos palpables, de los que puedan beneficiarse aquellos a los que dicen defender.

En ese sentido digo que la ideología mestiza que representa Macron (socio-liberal) abre una puerta a la esperanza.Y es posible que a muchos les parezca una renuncia,a mi tambien, pero no parece que sea posible dar la vuelta a la Historia ni oponerse a los indudables beneficios de la globalización y del desarrollo tecnológico sin ser arrollado por esa realidad, pero sí se puede reducir o eliminar sus efectos más perjudiciales para la mayoría, los que están produciendo un acelerado aumento de la desigualdad social en todo el mundo y muy especialmente en Europa. Para ello hace falta, y ese tal vez sea el mayor desafío al que tiene que hacer frente el nuevo presidente francés, hacer girar las políticas ortodoxas hegemónicas en Alemania y, por imposición germana, en todo el continente. Dicho de otro modo, acabar de una vez con el dogma de la austeridad (o del “austericidio”, si se prefiere) sin caer en nuevas hipertrofias estatalistas.

Alemania. Ahí está la clave. Hace cinco años muchos europeos pusieron sus expectativas en la posibilidad de que un Hollande recién elegido pudiese hacer de contrapeso a las políticas de austeridad que Angela Merkel defendía a capa y espada. Es obvio que esas expectativas fueron defraudadas. ¿Puede ahora conseguirlo su sucesor? Es difícil saberlo pero seguramente no podrá él solo. La potencia económica y política del trasatlántico alemán sigue siendo enorme y, desde luego, Macron no va a contar con la ayuda de la España de Rajoy. La reaparición en escena de Matteo Renzi, si se confirmara, podría proporcionarle un aliado. Pero en todo caso la solución pasa por convencer a Alemania de que la senda que ha elegido para obligar a circular por ella a todos los europeos conduce al crecimiento de los populismos en todas partes y, a la larga, al fracaso de la Unión Europea. Convencer a Merkel de que es preciso dinamizar la economía con inversión pública, no obcecarse en defender su exagerado superávit comercial y avanzar en políticas redistributivas de la riqueza.

Curiosamente, Angela Merkel ha dado muestras de sensibilidad europeísta en otros terrenos (su defensa del derecho de asilo para los refugiados sirios, su postura firme frente al Brexit…). Más complejo parece convencer a su intransigente ministro de Finanzas, el ultraortodoxo Schäuble, para que atenúe siquiera un milímetro sus exigencias pero es posible que una victoria rotunda, como la que se pronostica, de la canciller alemana en las próximas elecciones la sitúe en una posición de fuerza que permita doblegar a los más recalcitrantes. Puede que a muchos defensores de la politica\toreo de salon estas ideas les parezcan incluso reaccionarias

El tiempo dirá… De lo único que estoy seguro es de que la salida está en esa dirección. Insistir en las mismas fórmulas solo favorece a los nacionalistas extremos, de derechas o de izquierdas. Y eso es lo peor que nos puede pasar a todos, que llegue el día en que ningún Macron pueda ganar en las urnas a ninguna Le Pen.

1 Comment

  1. La cuestión es que ningún medio entra a valorar quién es realmente Macron y la jugada que representa a los intereses de Rothschild, Europa y África.

    El Partido socialista francés estaba y ahora más por los suelos y se trataba de «crear» una agrupación En Marcha que casualmente el «falangito» Alberto Rivera forma parte de ella.

    Lo que supondrá que los europeos más ricos… aún más ricos tras la victoria de Macron, además de los republicanos y el Partido Socialista que son actualmente las dos principales formaciones políticas en Francia, Macron es apoyado por el Partido Comunista Francés, Los Verdes y la Unión de los Demócratas e Independientes.

    Muchos de esos apoyos se han traducido en llamamientos a “poner una barrera” al Frente Nacional, encabezado hasta el 24 de abril de 2017 por Marine Le Pen y considerado como un partido de extrema derecha, aunque sus dirigentes habitualmente lo niegan.

    Como tampoco podemos olvidar la operación OPALO; El comité OPALO ( The Opal Coast, Opal Coast Operation OCO), La Operación Costa Ópalo consistía en crear el partido pantalla de Macron, escisión del Partido Socialista para devolverlo al Partido Socialista.

    El Partido Socialista judío francés no ha muerto, ha sido rescatado en las sombras y quizás pierda el nombre y enterrarán a todas las figuras militantes -pero a través de Valls y Attali-, nunca su poder con el partido pantalla del pollito traidor Emmanuel Macron a Francia.

    La Operación Ópalo no pretende continuar la Unión Europea sino acabar con ella exprimiéndola al máximo para estrujar todos los bienes de la UE para ponerlos a los pies del Banco de Inglaterra y la City que es lo mismo, a través del operador de Rotterdam y el Corredor Mediterráneo. Un salvaje TTIP a la inglesa, que estando fuera con el Brexit controlará como nunca la UE al no tener que pagar las facturas en Europa, pero cobrar los beneficios del comercio europeo.

    Y tampoco podemos olvidar que Trump quiere destruir el Euro http://www.veteranstoday.com/2017/02/14/will-trump-destroy-the-euro/

    En fin habrá que agarrarse los machos

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