Poemas de Enrique Cebrián Zazurca

El Rincon del Poeta_Enrique Cebrian Zazurca
Enrique Cebrián Zazurca (Zaragoza, 1978) ha publicado los poemarios Con la sola certeza (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2012) y La chica del verano (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014); así como una parte de Tercera convocatoria, en el número 148-150 de Rolde. Revista de Cultura Aragonesa, 2014. Es también autor de la colección de prosas Espuma en los zapatos (IAJ, 2008) y del dietario Estancia de investigación (Libros del(a) Imperdible, 2013). Está a punto de publicar en la editorial de Remolinos cartoneritaniñabonita una selección de sus primeros poemas, bajo el título de Banderas blancas. Es miembro del Consejo de Editorial Comuniter.

TRAS OMEGA

 … cómo después de acordado

da dolor…

MANRIQUE

Cuando el miedo se ha ido

y sólo queda el dolor, el final

de una carretera en el desierto.

Tus dioses te han abandonado.

Pastillas tranquilizantes,

la desorientación de estar vivo sin ti

y esa foto de las dos:

las chicas del verano,

las chicas de un verano que ardió

como una palma.


A LAS DOS, SERÁN LAS TRES

Un hombre en su cocina,

por la noche,

escribiendo un poema.

Duda si servirse un vaso

de leche

o de ginebra.

Duda en un adjetivo.

Bebe un poco de leche

¿verdad que no esperabais

este giro

en un poema mío?

y busca un adjetivo.

“A las dos, serán las tres”:

lo han dicho en la tele,

lo lleva repitiendo

la radio todo el día.

“A las dos, son las tres”: filosofía

pura, siglos

y siglos

de literatura, religiones, magia.

Todo era, en el fondo, tan sencillo…

Cuando el reloj del microondas

marcaba las 13:59,

el hombre en su cocina

estaba a un paso

de hallar

ese adjetivo.

Dos minutos más tarde,

eran más de las tres.

Y lo había olvidado.


MUDANZA

A José Luis Melero

Rodeados de cajas y de polvo,

con muebles que aún no han sido colocados

en su lugar correcto,

me has dicho que bajabas un momento a la calle.

Has vuelto al poco rato

con el calor de agosto

y un sencillo recipiente de madera

para dejar

los cepillos de dientes.

Es bonito este vaso de madera.

Y así, como un conjuro,

ese gesto tan solo ya ha servido

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