
Yo… ¿poeta…?…
Poeta ocasional en todo caso, discontinuo e infiel con la poesía. Poesía: un lugar de regreso, lleno de incógnitas e incertidumbre, en donde no consigo jamás un reposo duradero.
No encuentro mi poeta, perdido seguramente por el camino que transito desde una resistente adolescencia y una madurez indeseada. Nunca cuajó la poesía en mí, pero nada para que vibre mi alma como los versos de Cernuda, de Vallejo o de William Shakespeare.
No conseguí la forma ni el estilo, tal vez porque nunca busqué del todo en mi interior, muy proclive a la prosa del día a día, al amor por la mujer que amo, y al fragor de la lucha por un futuro menos malo.
La poesía me sirve para pensar en otra cosa y es esa desviación la que me informa de que hay una poesía que se oculta, como el monstruo de un lago, el fondo abisal de mis mares, o en la respiración callada de la que duerme a mi lado.
LA DIGNIDAD ERA MI PADRE…
Impelido por su nombre,
siempre ondearé
las banderas de la justicia
sin perderme por caminos que no conducen hasta ella.
No será mi vida la vida
en que infiel sea
al bando de los que todo lo pierden
en los torbellinos de la historia.
Podré dormir y olvidarme,
descansar unos días,
pero volveré siempre a la senda que mi padre trazo con su abrazo
en aquella republicana tarde
con los últimos fusilados de Franco
todavía enteros,
todavía calientes,
todavía vivos.
Crepitaba Barcelona
en aquel pacto de sangre sin sangre,
de pensamientos sin nostalgia.
Mi padre recordaba ya mis recuerdos,
mi presente hecho de futuro y de esperanza,
su niñez en la mía,
su exilio en mi arraigo,
y mi morada, en la suya.
A las barricadas,
a los parapetos siempre,
me dijo,
por el triunfo de la revolución.
Por el eterno fracaso
de la revolución,
le contesté con tristeza,
arriba parias de la tierra.
En pie, famélica legión,
dijimos,
venceremos juntos
en todas las batallas perdidas.
Cada muerto será un vivo,
cada día será un año,
los silencios serán canciones,
y no habrá adoquines que oculten playas,
en el luminoso corazón
de las ciudades subterráneas.
Y mi padre se marchó
entre la niebla de las Ramblas,
cerrando los puños con una rabia inusitada.
EL FUTURO ERA ESTO
Anoche me acosté leyendo
a Jaime Gil de Biedma.
Esta mañana he sido joven,
más joven que cuando lo era.
Dormías a mi lado,
y respirabas con dulzura.
Te miré detenidamente
y me recordé hace unos años,
sentado en una silla de madera,
mirando al mar en Torredembarra.
Apenas era un adolescente,
en aquel pueblo de Tarragona
en el que mis padres compraron,
con ilusión y mucho esfuerzo,
un pequeño apartamento.
Abierto el horizonte ante mis ojos
y el murmullo de las olas que rompían en las rocas,
a corta distancia de donde yo estaba, pensaba:
¿qué será de mí
cuando no sea esto que soy ahora?
Cuando eres joven
la palabra futuro está siempre cargada de esperanza
y de un temor que, sin embargo, no asusta,
sino que excita e intriga.
Mi futuro, ahora lo sé,
es ver como respiras por las mañanas,
mientras agotas los últimos instantes de reposo,
Tras una noche repleta de abrazos y caricias.
Instalado en este hombre con recuerdos,
me veo a mí mismo sin nostalgia, descifrado el enigma de mi biografía,
conocedor por fin
de que la vida va muy en serio,
sereno de saber que he sido
y de que soy profundamente a tu lado.
Esta mañana fui joven,
más que cuando mi carnet de identidad
aseguraba sin matices que lo era.
Lo soy ahora queriendo serlo,
no como una imposición del calendario,
sino como un regalo inmenso
que yo acepto
con la sencillez con que se nos presentan,
y aceptamos,
las grandes revelaciones de este mundo…
COMO TÚ ME NOMBRAS
Relámpago de ojos.
Tormenta al amanecer.
Aluminio herido por tu boca.
Negaría la vida
si tu mano no me nombrara,
si tu nombre
no me acariciase,
si la vida no me acariciara con tu nombre
y tu nombre no me viviera
como yo te vivo,
como yo te nombro.
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