Quo Vadis España?

Firmas de opinión

Opinion de_Jose Luis Alonso_N
Jose Luis Alonso Gajon, Ingeniero Agrónomo, Vicepresidente de ATTAC Aragón

Recuerda siempre esto, Sepharad.

Haz que sean seguros los puentes del diálogo

y trata de comprender y de amar

las razones y hablas diversas de tus hijos.

Que la lluvia caiga poco a poco en los sembrados

y el aire pase, como una mano extendida,

suave y muy benigna sobre los anchos campos.

Que Sepharad viva eternamente

en el orden y en la paz, en el trabajo,

en la difícil y merecida libertad.

(“La pell de brau”. Salvador Espriu.

Traducción de Juan Goytisolo)

Estoy profundamente preocupado por lo que está pasando en Cataluña, impropio de una democracia. Pero también porque estamos a un paso de ver desaparecer nuestro sueño colectivo de 1978. Aquel de establecer una sociedad democrática avanzada basada en la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, garantizar la convivencia democrática, un orden económico y social justo, un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley pero como expresión de la voluntad popular, proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones populares, promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida, fortalecer unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra[i].

Y este sueño está muriendo víctima de una clase dirigente carente de la mínima grandeza necesaria para saber que en una democracia nunca una persona es enemiga por pensar de otra manera. Que la solución futura empieza por verlo como un coprotagonista de ese futuro a construir.

Dos gobiernos del Estado, uno autonómico y otro central, parecen ignorar que la democracia es algo más que votar, que es una forma de entender y vivir la convivencia.

Que no es cuantitativa sino cualitativa, que por ello solo existe cuando se respeta y protege a las minorías.

En la cual gobernantes y gobernados no solo respetan la legalidad formal, el imperio de la ley, sino que, dentro de la legalidad, adecúan la ley para que siempre sea “expresión de la voluntad popular”. Donde los jueces las aplican con epiqueya, es decir con moderación y teniendo en cuenta las circunstancias de tiempo, lugar y persona. Es definitiva recordando aquello que alguien dijo hace ya muchos siglos “el hombre no fue hecho para el sábado (una ley) sino el sábado para el hombre”. ¡Irónicamente la pacífica persona que lo dijo fue ejecutada por sedición: “rex iudaeorum”, rey de los judíos!

Que saben que el gobierno no solo debe tener legitimidad de origen (ser elegido en elecciones legales) sino ganársela día a día. Entendiendo por legitimidad, no solo la sujeción de todos sus actos al principio de legalidad sino también, a esa relación biunívoca entre el poder político y la comunidad, que hace que está obedezca al primero voluntariamente, sin necesidad de coacción, porque cree que, incluso en los casos que no las comparte, está tomando sus decisiones en función del interés común y de una serie de valores socialmente aceptados que incluyen la no utilización del poder  para beneficio personal o de los próximos.

Que el poder político no puede delegar en el judicial la resolución de problemas políticos, que su obligación es buscar soluciones que garanticen los derechos y la convivencia democracia de toda la población

Que el monopolio de la violencia, que se atribuye al Estado, no puede ser usado contra su población.

Por desgracia al desaguisado creado por las actuaciones no democráticas de los dos gobiernos se ha sumado la Jefatura del Estado, no para moderar sino, para apoyar a una parte apelando a una lectura de la Constitución casi reducida a su artículo 2 el de la “indisoluble unidad de la nación española”. Y olvidándose, por ejemplo, del Preámbulo cuando enmarca la misma: “… deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, (…), proclama su voluntad de garantizar la convivencia democrática (…)” ¿Se emplearon las fuerzas de orden público para eso el pasado día 1 de octubre?

Solo conocemos un camino para volver a la democracia de verdad: más democracia. La fuerza bruta nunca convence y solo aplaza y engorda los problemas de convivencia.  Mas democracia como la señalada por el Tribunal Constitucional de Canadá, estableciendo que si en un referéndum con garantías existe una mayoría clara y definida (cosa que en nuestro caso no existe) ambas partes deben de negociar de buena fe y sin ningún apriorismo cual es la mejor salida mediante “negociaciones que respeten los derechos de todos los canadienses dentro y fuera de Quebec, y en particular los de las minorías”. Porque los habitantes de las provincias y territorios han creado unas relaciones estrechas de interdependencia (económica, social, política y cultural) basadas en valores comunes (…). Una decisión democrática de los quebequeses en favor de la secesión comprometería estas relaciones.”

En definitiva hay que recoger los deseos de las personas y obligar a los gobiernos a negociar como cumplir esas voluntades populares, no homogéneas, sin escudarse en conceptos como la nación, el pueblo, su soberanía, la unidad territorial, mayorías, etc..

Porque en muchas ocasiones tras estos grandes conceptos aparece una identidad colectiva que, al final, busca descargar en un enemigo externo la culpa de todos los males. Con gran contento y apoyo del gobierno de turno que ve desaparecer su responsabilidad. ¿Les suena? A mí por los dos lados.

Pero para lograr esa negociación en España, y evitar el precipicio a que ambas partes nos dirigimos, haría falta que los líderes, que tanto dicen amar a sus países, se sacrificarán y se retirasen.

Ello permitiría pasar al siguiente paso que, en frase de Nelson Mandela es: “si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero”.

Ello no se va a conseguir sin presión popular a nuestros dirigentes. Como tampoco la libertad, los derechos  de las minorías y por esa sociedad avanzada que anuncia  el Preámbulo de nuestra Constitución y que siempre ha sido postergada por nuestros políticos.

[i] Preámbulo de la Constitución Española

2 Comments

  1. Yo no incite , a nda trate de ignorar lo evidente ,, hasta que ellos demostraron que lo evidente fue una situación limite,, el que yo hoy me sienta culpable de mi abandono ,, es un trecho que no estoy dispuesto a asumir ,, puesto que antes y hoy siempre fue una responsabilidad de los políticos de turno,, que evidentemente realizaron una clara y fragante dejación de funciones..

    • Amigo Miguel Ángel, leo con retraso tu aportación y comparto tus razones: el 99% de nosotros (incluyo a los catalanes) no hemos sido incitadores de nada y por tanto no tenemos que sentirnos culpables de ello.
      Han sido es ese 1% de algunos dirigentes (políticos, como tu indicas, pero también mediáticos, judiciales, lideres asociativos, etc.) el que ha llevado las cosas al límite. Algunos porque creen que conceptos como patria, soberanía, unidad territorial, etc. están por encima de los derechos de las personas, otros (en ambos lados) porque esta bronca oculta su corrupción y una gestión de la crisis (en ambos lados) a favor de los más ricos y en contra de aquellos que más la están sufriendo.
      Y yo me pregunto sobre este 1% en ambos lados ¿se habían planteado que con sus actuaciones iban a dividir a las familias, los grupos de amistad, la sociedad? ¿y que, si la división en buenos (“los míos”) y malos (“los otros”) sigue aumentando puede aparecer algún trastornado que decida eliminar físicamente al que no piense como él? Ojalá podamos pararlo antes de que todos tengamos que lamentarlo.
      Estoy de acuerdo también contigo en la responsabilidad de los políticos que han realizado una clara y fragante dejación de las funciones que les habíamos delegado, sin embargo, yo quiero ir un poco más allá.
      Hay varias formas de entender la democracia (gobierno del pueblo) y en España ha triunfado la versión mínima: votar cada 4 años para elegir al candidato, programa o partido que mejor nos cae o, a veces, castigar el mal uso de nuestro voto anterior. Sin embargo, nuestra Constitución Española,en su Preámbulo, establece la meta de ir hacia “una sociedad democrática avanzada” y en ella la democracia no solo es votar sino una forma de entender y vivir, todos nosotros, la convivencia, que se inicia con el respeto y el aprecio al que opina o propone algo diferente a lo nuestro.
      Un cordial saludo

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